POR ANUAR SAAD S.
Después
de un “sesudo” trabajo de contrainteligencia la Policía Nacional, seccional
Atlántico, se ufanó de propiciar un “golpe severo” al naciente cartel de los abanicos al que, según lo
dio a conocer el mismísimo Comandante de la institución, fue sorprendido con
las manos en “las hélices”.
La
historia comenzó cuando, justo antes de Semana Santa, la rectora del Centro de
Educación 120 de la Ciudadela 20 de Julio, licenciada Celia Duran de Ortiz quien
por más de 30 años ha trabajado en el sector educativo, denunció el robo de dos ventiladores en uno de los
salones de clases.
Fue entonces
cuando el comando de la Policía empezó a tejer el operativo: redoblaron los
patrullajes en la zona y descubrieron, con horror, que los abanicos, en su
totalidad ¡habían desaparecido!
El peritaje fue
instantáneo: midieron huellas de grasa en las paredes; tamaño de pisada en
pisos y sócalos; rastros de colillas de cigarrillo de marca económica, para
descubrir, al mejor estilo de Sherlok Holmes, que el vigilante estaba
involucrado. Dicen que la escena fue esta:
POLICÍA: ¿Usted
se llevó los abanicos?
VIGILANTE:
(Nervioso) Sí
POLICÍA: ¿Quién
dio la orden?
VIGILANTE: (Más
nervioso) La señora Rectora (ENTRA IN
CRESCENDO MÚSICA DE SUSPENSO)
Ahí fue cuando,
ni corto ni perezoso, el Comandante de la Policía del Atlántico, General Oscar
Pérez, declaró a los medios --que como abejas al panal habían acudido a cubrir
la curiosa noticia-- que “…Esa señora (la
rectora del colegio) iba a robarse los ventiladores e iba después a quejarse de
la inseguridad”.
Lo que el locuaz
Comandante no sabía, era que la misma rectora, funcionaria con 30 años de
trabajo en el Magisterio y 16 oficiando en esa institución, ya había solicitado
al Secretario de Educación, José Herrera, la autorización para el desmonte de
los abanicos del conflicto, para evitar, precisamente, que fueran a parar en
manos de los amigos de lo ajeno como sucedió con los dos anteriores. En otras
palabras, lo de los abanicos del Centro de Educación 120 de la Ciudadela 20 de
Julio, pasó a conformar la lista de los “falsos positivos”.
Tal vez la
irremediable atracción que siente el Comandante Pérez con los medios, y su
apego a mojar primeras planas, lo llevó a declarar antes de confirmar. Lo
cierto, es que su apresuramiento le puede costar a la Policía Nacional una
jugosa indemnización ya que la funcionaria, con razón, anunció una demanda
penal por injuria y calumnia.
Mientras tanto
los protagonistas de esta historia, los ventiladores blancos como paloma fina,
siguen descansando sobre la mesa de uno de los salones hasta que, con el aporte
de la Secretaría de Educación, se instalen las rejas en las ventanas para
darles seguridad.
Lo que sin duda
agradecerían los barranquilleros es que esa misma diligencia, peritaje,
vigilancia, investigación, confrontación y desdoble de seguridad para este
importante caso de “abaniquicidio”,
se despliegue para contener la inseguridad en la ciudad que, por desgracia,
cada día es mayor. Y si cabe, un consejo: en boca cerrada no entran moscas.
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