Seguir creyendo en la objetividad como paradigma del periodismo,
es condenar al oficio a darle la espalda a la narración, la interpretación y la
humanización de las historias, elementos que el público está reclamando.
POR: ANUAR SAAD SAAD*
Este artículo fue publicado en el número 79 de la prestigiosa revista iberoamericana Razón y Palabra en este mes de mayo de 2012. Por considerarlo de interés para mis lectores periodistas y estudiantes, lo reproduzco a continuación. El enlace original, en la revista Razón y Palabra es:
http://www.razonypalabra.org.mx/N/N79/V79/34_Saad_V79.pdf
Resumen
Hoy el periodismo escrito se
caracteriza por el poder narrativo
aunque para ello, se haya roto el
viejo estigma de que el periodismo
debe ser “objetivo”. Ahora, la subjetividad permite que el periodista
interprete los hechos y muestre una cara más humana de los mismos logrando
interesar, impactar y cautivar al lector. El periodismo, que se dice objetivo, suele
sepultar en medio de una maraña de datos y cifras, el verdadero eje narrativo
de una historia. Una aproximación a la importancia de la subjetividad
periodística y cómo ha sido su proceso en la evolución de la noticia.
Palabras clave: Periodismo, Noticia, Subjetividad,
Objetividad, Ética, Equidad
Abstract
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journalism in modern times is characterized by the power of the narrative but
to do so, has broken the old stigma that journalism should be “objective. “
Today, subjectivity allows the reporter to interpret the facts and show a more
human face of those making interesting, impact and engage the reader. The
stated objective journalism that is often buried amid a tangle of facts and
figures, the real axis of a story narrative. An approach to the importance of
subjectivity in journalism and how was your process in the evolution of the
news.
Key words: Journalism,
News, Subjectivity, Objectivity, Ethics, Equity
INTRODUCCIÓN
Desde hace mucho tiempo la palabra “noticia” entró a formar parte de
nuestro vocabulario cotidiano. A lo largo de la historia del periodismo se han
hecho muchas interpretaciones sobre la naturaleza, el desarrollo y la
producción de este género periodístico considerado por muchos como el “género
puro por excelencia”.
La noticia nace de un acontecimiento que, por su interés, se vuelve
público y es comentado. En la medida en que afecte a una comunidad, que
produzca reacciones y comentarios, este hecho hará el tránsito desde el
acontecimiento hasta la noticia. No está de más aclarar que no todos los hechos
o sucesos terminan por ser categorizados como noticia. Lo que es peor: lo que
puede ser noticia para un diario, puede no serlo para otro; y lo que sea de
interés a una comunidad no representa ese mismo interés para otra.
Existen muchas definiciones de “noticia”. En un principio la noticia
periodística se definió como la comunicación a un público interesado de un
hecho que acababa de producirse o de anunciarse a través de unos medios de
comunicación masivos. Y el conjunto de noticias debía ser el reflejo de una
realidad que tenía que describirse, explicarse e interpretarse a los
receptores, para que pudiera formarse la opinión pública (Foncuberta, 1999).
El periodismo como
práctica e instrumento de la modernidad, es decir, como un saber necesario a
una época, se apoya en diferentes jerarquizaciones que determinan qué es
noticia y qué no. De esa forma, se establecen los criterios para la
construcción de lo cotidiano y se logra moldear una para-realidad, o una
ilusión de lo real, que a medida que se toma como única y cierta, empieza a
percibirse ya no como algo creado, sino como lo previo, lo existente en sí
mismo. Se genera así una situación en la que el periodismo alienta una
inequidad cognitiva al privilegiar una percepción sobre otra. ¿Pero será la
percepción desde el periodismo la que va más acorde con la realidad verdadera?
Puede ser. Pero de igual forma existen factores que terminan modificando la
importancia de la noticia y, por ende, la realidad.
Quizá la noción clave
para dar cuenta de este malentendido es la de objetividad, término que
solía constituirse en el valor único del discurso de los medios. Daniel Ulanovsky señala al respecto que habría que
buscar la raíz de este proceso en uno de los conceptos que desarrolla el
sociólogo Marshall Berman a partir de ideas esbozadas por Carlos Marx
y que explican la necesidad de generar una sensación de certeza en un mundo en
el que “todo lo que es sólido se desvanece en el aire”[1].
En ese sentido, el periodismo, en su formato clásico, evita la idea de que lo
concreto se esfuma ya que enfatiza sobre la preexistencia de una realidad.
El periodista que
desarrolla un trabajo de campo o que se aboca a cubrir un hecho de interés para
el público, trata de reflejar en su escrito, de la mejor manera posible, esa
realidad. Pero el reflejo de la realidad no puede ser aséptico. Es decir, no
puede ser supeditado a reglas preexistentes que indiquen por qué camino toma el
redactor para que la realidad por él percibida y vivida, sea veraz.
No siempre la veracidad
se logra por el camino de la objetividad –precepto que se había enquistado por
años ya que se torna peligroso cuando se intenta reflejar los diferentes mundos
cotidianos- tal como lo explica Ulanovzky en su texto “La construcción de la
noticia: en busca de la equidad perdida”:
“Si desde una epistemología demasiado frágil se define lo
objetivo a partir de ciertas reglas y de ciertas preguntas, su carácter resulta
equívoco y absolutista. Cuando nos enfrentamos a una sola realidad, sólo basta
con conocer las técnicas necesarias para encontrarla. Esas técnicas, sin
embargo, han sido pensadas para dar forma a una clase de percepción y no a
otras. De ahí, la situación de inequidad: habrá vivencias, procesos,
sentimientos, subjetividades que nunca serán registrados como realidad porque
no se los detecta con las herramientas que utilizamos”.
La evolución del género Noticia y de la tecnología en la prensa escrita,
coadyuvó para que empezaran a circular doctrinas sobre el “cómo” redactar una
noticia que, aparte de los obvios ingredientes periodísticos que debían denotar
un interés para un público determinado, tenía una carga adicional que era la
pretensión de que el que escribía debía circunscribirse a una cierta actitud al
momento de encarar los hechos, lo que se conoció más tarde con el nombre de
“objetividad periodística”.
SUMAR
PARA GANAR
Hoy, los periodistas y los medios deben
atreverse a sumar lo subjetivo a la información, y empezar a trabajar el
concepto de mirada y de honestidad, conjugándolo con el de objetividad. Si
partimos de la base de que lo real es una construcción, parece más apropiado
que le ofrezcamos al público la posibilidad de compartir ese proceso personal
–las dudas, las certezas, los valores-- que aqueja al periodista a medida que
moldea la información en vez de escudarnos en el falso precepto de “la realidad
existe, sólo la transmitimos”. En este sentido, vale mencionar una cita del
filósofo francés Jacques Derrida[2]:
El primer rasgo es que
la actualidad, precisamente, está hecha. Para saber de qué está hecha, no es
menos preciso saber que lo está. No está dada sino activamente producida,
cribada, utilizada y performativamente interpretada por numerosos dispositivos
ficticios o artificiales, jerarquizadores y selectivos, siempre al servicio de fuerzas e intereses que los “sujetos” y los agentes
(productores y consumidores de actualidad -a veces también son “filósofos” y
siempre intérpretes) nunca perciben lo
suficiente. Por más singular, irreductible, testaruda, dolorosa o trágica que
sea la “realidad” a la cual se refiere la “actualidad”, ésta nos llega a través
de una hechura ficcional. No es posible analizarla más que al precio de un
trabajo de resistencia, de contrainterpretación vigilante, etcétera. Hegel
tenía razón al exhortar al filósofo de su tiempo a la lectura cotidiana de los
periódicos. Hoy, la misma responsabilidad exige también que sepa cómo se hacen
y quién hace los periódicos, los diarios, los semanarios, los noticieros de
televisión.
Si nos detenemos a
desmenuzar el cómo debería —según los manuales y reglas del periodismo— abordar
un hecho noticioso un redactor determinado, tendríamos que señalar que éste
está limitado por una camisa de fuerza impuestas por la triangulación de la
noticia, el desarrollo de unos interrogantes básicos[3]
(las 5 w) y la obligatoriedad de negarse a sí mismo la posibilidad de mezclar
información con puntos de vista propios, interpretación, matización y hasta
empezar el abordaje del escrito de una manera libre y no predeterminada por un
patrón (las famosas “clases de entrada” impuestas).
El desarrollo y puesta
en marcha de este tipo de ejercicio periodístico conllevó a una desigualdad en
el trabajo del periodista ya que él, a pesar de que debería describir lo que
observa, lo que escucha, lo que percibe, lo que huele, lo que siente, lo que
saborea, queda atado de manos por las rígidas reglas que le impiden utilizar
técnicas y herramientas novedosas para llevar a cabo una narración que,
efectivamente, recoja una fiel aproximación de la realidad sin que él mismo
deba sustraerse de ella.
Muchos periodistas y pensadores agregan otras ventajas a la llamada
objetividad periodística, entre ellas, que ésta exige solamente que los
reporteros se hagan responsables de cómo informar, no de lo que se está
informando. Según la respuesta común de los medios acusados y acosados por el
público como sensacionalistas, ellos son objetivos porque se limitan a
registrar la realidad sin comentarios ni interpretaciones; y de hecho, es una
tradición vigente en una parte de la prensa en el mundo, que la tarea
informativa debe limitarse a la transcripción rigurosa y exacta de los hechos y
de las opiniones, tal y como se dieron en la realidad (Restrepo, 2001).
Son
percepciones que a veces se contradicen y que dejan intacta la pregunta: ¿qué
es la objetividad?
Miguel Rodrigo Alsina asegura que podemos señalar la existencia de
cierto discurso marxista sobre la objetividad partiendo del principio de que
“la realidad existe de forma objetiva, independiente del sujeto. Pero no
siempre el reflejo de la realidad que recoge la prensa es verdadero o fiel”. Lo
cierto es que hay que hacer también la distinción entre objetividad y
neutralidad, porque mientras que la primera es deseable, la segunda no es ni
tan siquiera posible.
El concepto capitalista, por su parte, según el mismo
Rodrigo Alsina, es que “la objetividad propugna la descripción de los
principales hechos desconectados de las relaciones de clase en que se dan. Una
objetividad así concebida no es objetiva”[4]
Este punto llama poderosamente la atención porque se refiere
a los factores que modifican la importancia de una noticia, tocados por casi
todos los teóricos sobre periodismo escrito, principalmente, con mayor énfasis
en las décadas de los 70 y 80. Entre estos factores podemos vincular la presión
del medio (léase directivas) hacia sus propios periodistas; el nexo publicitario (cuando la noticia le
puede hacer daño a uno de sus mayores anunciantes); la distancia geográfica
(cuando el hecho es muy distante de la ciudad de origen del diario); la
familiaridad (cuando un familiar de las directivas del medio están en el ojo
del huracán); y por último, pero no menos importante, los intereses
políticos o de poder económico. Este último aspecto cobija a aquellos diarios
importantes que constituyen en sí mismos un epicentro de poder y tienen la
facultad de poner, mantener o hacer caer, a líderes políticos.
En Colombia aún se recuerda la firme posición editorial del
diario El Tiempo, casi en contravía de sus mismas informaciones noticiosas, en
las que el Director de ese entonces instó al controvertido presidente Ernesto
Samper, a que se mantuviera en el poder para “preservar la democracia”. Aunque
las noticias como tal apuntaban a sumergir el mandato de Samper en un mar de
incertidumbre y líos judiciales, la trinchera editorial del diario marcaba un
derrotero distinto. Un ejercicio interesante dentro de un diario que dice
preservar la pluralidad de criterios y la independencia de sus periodistas.
Pero uno de los grandes trucos de la prensa capitalista se
da en el momento en que se aíslan determinados hechos reales en sus noticias;
en esos momentos en que se cortan las raíces que los afirman en toda la
realidad; cuando se les prohíbe a sus reporteros que se pronuncien sobre ellos
mientras que la dirección del diario
puede darles la interpretación subjetiva que quiera en la página editorial,
amparada por la bandera pirata de que los hechos son sagrados; el comentario es
libre.
Hay
que apuntar que como dice Gomis (1997) no todos los hechos son percibidos, y
entre los hechos percibidos no todos sirven como noticia. La esencia de la noticia
es la capacidad de comentario que el hecho tenga. Si un hecho suscita
comentarios, es noticia. Si no los suscita, no lo es aunque llegue a imprimirse
porque no produce los efectos que siempre se ha esperado de la noticia, es
decir, los efectos que han dado origen a
la existencia misma de las noticias de prensa”.
OBJETIVIDAD Y
REALIDAD
En aras del tan nombrado objetivismo, mismo que se pontificó
durante décadas en todas las universidades del mundo como sinónimo de
excelencia periodística, los periodistas contaban sus noticias de una forma tan
escueta, inodora, incolora, lejana, como “no queriendo ensuciarse las manos con
el hecho”, tratando de alejar el “yo” del hecho periodístico para no caer en el
“pecado mortal” de atreverse a esbozar una interpretación del mismo.
Esta clase de objetividad se ceñía a inventariar al hecho,
pero se alejaba de los sujetos que componían las acciones. No penetraban en su
vida; no los mostraban; eran tratados como una cifra más en el devenir diario y
cotidiano de lo periodístico. Para Rodrigo Alsina el objetivismo es un discurso
que carece de carácter reflexivo; enfoca unilateralmente el "objeto",
pero oculta al "sujeto" hablante para quien es un objeto; así, el
objetivismo ignora el modo en que el objeto mencionado depende, en parte, del
lenguaje en que es mencionado, y varía de carácter según el lenguaje o la
teoría usados.
El mismo autor distingue dos formas de objetividad que
vienen a corresponder a dos tipos de ideología: Uno de ellos es el
"objetivismo idealista", que subraya las bases lógicas, intelectuales
o lingüísticas del discurso, y simultáneamente da por sentado el fundamento
"material" o sociológico del hablante. La segunda es el
"objetivismo materialista", cuya atención se concentra en el
basamento sociológico del hablante, pero oculta la naturaleza del discurso como
fundado en el lenguaje, o teoría, y dependiente de él.
¿ES POSIBLE LA OBJETIVIDAD?
Cuando se trata de explicar lo débil que puede resultar la verdadera
naturaleza de la objetividad, se pone de ejemplo el caso de que tres
periodistas, de distintos medios, van a cubrir una misma noticia teniendo
acceso a los mismos hechos, fuentes, testimonios y personajes. A pesar de que
prácticamente los tres vieron, escucharon y vivieron “lo mismo”, al leerse las
tres historias cada una de ellas tendrá diferencias con la otra y profundizará
más en cosas que la otra, por ejemplo, no hizo.
Es imposible desligar del periodismo el ejercicio de la interpretación,
porque es innata del ser humano la percepción de la realidad y el relato
periodístico es una forma de construir esa realidad dejando que el “yo” de
quien escribe, pueda pensar, interpretar y valorar el hecho, sin distorsionar
la realidad.
Muchas veces el esfuerzo inocuo de los periodistas por aparentar una
objetividad “a prueba de balas” los lleva al fracaso. El resultado puede ser un
texto frío, lejano al lector que no penetra en sus entrañas ni lo hace
estremecer, reír, entristecerse o alegrarse.
La información aséptica, aunque sigue siendo información, pierde un
valor legítimo: la sensibilidad del periodista. Es más creíble, un periodista
que muestre sensibilidad por un hecho determinado, a aquel, que a pesar de la
tragedia, mantiene su prosa fría y se limita a inventariar a las víctimas en
aras de ser objetivo. La búsqueda de la objetividad no puede deshumanizar el
relato, por ello, esta modalidad fuertemente arraigada en los discursos sobre
la enseñanza del periodismo, empezó a ser cuestionada a finales de la década de
los 70 cuando ese movimiento espontáneo que surgió en los 50s y que se conoció
como “Periodismo Literario” ó “Periodismo Narrativo”, empezó a tener eco en el
mundo. Esta escuela, sostiene que más que una noticia, el lector debe conocer
una historia que, como tal, tiene sus protagonistas, sus situaciones, sus
causas y sus consecuencias.
Según Gustavo González Rodríguez[5], director de la
Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile “…el clásico aforismo
periodístico anglosajón de que los hechos son sagrados y las opiniones son
libres, se instaló con fuerza en los primeros planteles que apuntaron a formar
profesionales altamente capacitados para recoger y relatar acontecimientos,
privilegiando en los inicios del periodismo moderno la técnica del
reporterismo, base esencial del oficio periodístico. La condición de reportero
sigue siendo valorada hasta ahora como esencial en la profesión, en tanto
primer escalafón del aprendizaje práctico y base de los emprendimientos mayores
de investigación periodística. Pero simultáneamente su imagen se ha visto
disminuida por la devaluación de dos de los factores intrínsecos al ejercicio
informativo anglosajón: el mito de la objetividad derivado de la sacralización
de los hechos y la pirámide invertida como estructura prototípica de un relato
noticioso supuestamente neutral”.
Bien lo explica Javier Darío Restrepo (2001) cuando señala que los
hechos de la historia diaria, que son la materia prima de la información
periodística, son tan cambiantes como las aguas de un río. Pretender la
objetividad es tanto como creer que es posible capturar y congelar el instante
que huye. Un periódico de hoy sería una fuente de argumentos para los
escépticos que, en los comienzos de la reflexión filosófica, consideren que el
ser humano está incapacitado para conocer la realidad de las cosas. Esa
imposibilidad del conocimiento objetivo está ratificada por hechos como estos,
que el periodista conoce, o porque ha sido actor en ellos, o porque ha sido su
testigo.
LA EVOLUCION DE LA NOTICIA
En
la búsqueda de un periodismo más humanizado, comprometido con la comunidad,
veedor de su bienestar, informador fiel de los hechos y sucesos que afectan a
todos, los periodistas y los medios deben dar el paso definitivo que los
acerque a sus lectores y atreverse a sumar la mirada subjetiva a la información
conjugando con ello los valores de visión y honestidad. Si estamos partiendo del punto clave de que lo
real es una construcción, lo más apropiado es que le podamos ofrecer a nuestro
público la posibilidad de compartir ese proceso personal en el que se incluyen
nuestras dudas, las certezas, los valores, temores, inquietudes, que van
aquejando al periodista a medida que empieza a pulir su información en vez de
escudarnos en el falso precepto de ser simples transmisores de una realidad que
ya existe.
No
podemos pensar que lo cotidiano no puede ser contado. El proceso de reinvención
de la noticia se nutre, precisamente, de una relectura de lo actual, lo vivido,
lo cotidiano y un redescubrimiento del entorno que nos rodea más allá de lo
espectacular que suele ser sensacionalista. Debemos ser conscientes que también
los hechos positivos son noticia y no solamente las cruentas tomas subversivas,
los atentados con carro-bomba o la corrupción política. Al abordar estos o
cualquier tema, deben surgir preguntas claves en el periodista que lo conduzcan
a la interpretación de la realidad, de lo visible de lo obvio y lo lleven a una
exploración más profunda: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con qué fin? ¿A quién conviene?
¿A quién perjudica? Interrogantes que nos impulsan más allá de determinar el
quién lo hizo, cuándo y cómo sucedió. Debemos recordar que los síntomas, por sí
solos, no constituyen una realidad. La interpretación de los mismos con sus
causas y efectos, sin duda nos aproximarán a ella.
El cuestionamiento a la noticia tradicional, paradigma de la
objetividad, no es nuevo. Llama la atención que ya en los 80s G. Martín
Vivaldi, en su segunda edición del texto “Géneros Periodísticos”, advertía de
la precariedad del género, instalado como única fuente de información para los
lectores.
La posición de Martín Vivaldi va acorde a lo que ya se vislumbraba en
los años 80 dónde empieza a irrumpir con fuerza la era de la información,
catapultada por las novedades tecnológicas que fueron permitiendo que los
noticieros televisivos pudieran, gracias a la tecnología satelital, informar en
directo un suceso de interés para la comunidad y la inmediatez misma de la
radio que se anticipaba por mucho, a lo que publicaba 24 horas después un
diario. Desde entonces, se empezó a tener la certeza de que los periódicos que
mantenían su esquema informativo basado en el género de la Noticia, podrían
naufragar debido a que lo que contaban bajo ese rígido género, ya había sido
mostrado con pelos y señales por otros medios más inmediatos.
¿Cómo se podría aportar al hecho ya conocido a través del “objetivo” género noticioso? Una
tarea imposible que empezó a allanar el camino para que los diarios incluyeran
en su edición reportajes y crónicas, géneros permeables a la interpretación y
la subjetividad. Es decir, instrumentos periodísticos que permitían
complementar el hecho desde otras visiones, otros ángulos, afianzando la voz
del periodista como el “narrador de una historia”.
Las principales noticias que
aparecen hoy en cualquier edición de un
periódico, pudieron ser conocidas con anterioridad a través de los boletines
informativos radiados o televisados. Aún admitiendo la insuficiencia de la
noticia radiodifundida o televisada, aún contando con la distracción del oyente
o el tele-espectador, teniendo en cuenta la falta de fijación en la memoria de
la noticia audiovisual, el hecho es que el periódico diario, cuando sale a la
calle, sale ya prácticamente con noticias viejas, conocidas en su
esencia informativa (M. Vivaldi, pág. 57).
Obviamente, el periódico no podrá dar como solución evadir la redacción
de noticias; más bien debería replantear el esquema de las mismas y su forma de
ser tratadas al momento de la elaboración. En palabras de Vivaldi (1987, p45),
“…no satisfacerse con decir: esto ha pasado, sino de agotar toda la
problemática de lo sucedido.” Sobre el papel de los periódicos en la
elaboración de los textos noticiosos, Hernan Kogan, exdirector del Chicago Sun
Times, aseveró que “…lo que hace falta es nada menos que una revolución en el
periodismo…Los periódicos no me dan suficientemente el porqué de la historia”.
Y es precisamente la historia con sus vericuetos, complejidades,
personalidades y tipificaciones, lo que el lector de hoy quiere encontrar en
los diarios, más que la objetiva y escueta noticia. Para ello,
indefectiblemente, tendrá que sumergirse en las aguas de la subjetividad,
entendida ésta como un mecanismo de interpretación y análisis de una
problemática, dejando entrever la sensibilidad de quien escribe sobre el hecho,
pero sin modificar bajo pretexto alguno la realidad verdadera de lo ocurrido.
Han existido, por otra parte, prácticas periodísticas con las que se
pretende mantener una objetividad imposible. Es el caso de la impersonalidad de
la noticia que se impone o porque la información es el producto de una empresa,
o porque está ausente un yo individual, sin expresiones como lo sentencian
algunos manuales de estilo de diversas empresas periodísticas.
Teun
A. Van Dijk asegura que "…el yo puede estar presente sólo como un
observador imparcial, como un mediador de los hechos". Ante esto, Javier
Darío Restrepo (2001) formula un interrogante: “Una práctica de esta
naturaleza, sugiere la pregunta: ¿para preservar la objetividad, debe
desaparecer el yo del periodista?”
Aparentemente en la práctica periodística se han acumulado demasiados
recursos para disipar en el lector la sospecha de que el yo del periodista es
el que impone una versión no objetiva y para consolidar la certeza de que, al
desaparecer el yo, se puede tener la seguridad de una información objetiva.
Se sabe que las citas son la protección del reportero contra la calumnia
y el perjurio, y la ilusión retórica de fidelidad de la verdad que se está
representando sin tener en cuenta que,
en efecto, todos esos recursos al servicio de la objetividad, no crean
la objetividad ideal sino una ilusión de objetividad, porque es posible
aparentar impersonalidad, manejar fuentes, manipular cifras y porcentajes y
convertir todas esas tácticas en simples “coartadas”.
OBJETIVIDAD VS SUBJETIVIDAD
La búsqueda de la objetividad, empieza a declinar desde el momento mismo
en que en las salas de redacción, en las
reuniones con editores y jefes muy temprano en la mañana, se empieza a tomar
posición en torno a tener que decidir
entre decenas de historias, cuáles son las que finalmente serán trabajadas para
convertirlas en noticia. Cuál tendrá mayor o menor despliegue. Cuáles tendrán
más o menos fotos. Cuáles llevaran despieces, recuadros y tablas, etc. O lo que
es peor: cuáles deben ser cubiertas por los redactores o reporteros y cuales
definitivamente quedarán ocultas.
Al optar por un determinado
hecho, viene un segundo paso: las fuentes que se consultaron: ¿por qué esas y
no otras? Se repite el fenómeno cuando el periodista utiliza el material
proporcionado por las fuentes, porque debe seleccionar unas partes y descartar
otras: ¿con qué criterio se hace la selección? Y las decisiones continúan
al preferir un enfoque a otros, al titular, al subtitular, al diagramar, al
ilustrar. En todas estas etapas se mantiene vivo el riesgo de que las
posiciones subjetivas impidan la objetividad. (Restrepo, 2001)
La filósofa española Victoria Camps
formula reflexiones que seguramente han pasado ya por la cabeza de los
periodistas sometidos a esa dualidad de sentirse obligados a ser o parecer
objetivos y de decidir en cada uno de los pasos de la elaboración de una
noticia, entre su subjetividad y el mandato de la objetividad. "Informar
no es tan distinto de opinar, o por lo menos, interpretar. Decidir cuál ha de
ser el objeto de la información es dar una opinión. Decidir la forma -la
extensión, la imagen- que debe tener la información, es manipular la
realidad". Porque, agrega Camps, "no se informa sólo por informar. El
informador elige una información y elige, a su vez, el público al que la
dirige. Nadie habla en el vacío".
Lo que se está demostrando con el paso del
tiempo, es que el esquema de la objetividad, de largo reinado en esta
disciplina, ha empezado a desboronarse, aunque todavía sigue gozando de gran
influencia en los reporteros y directores de diarios. Tanto es así, que cuando
se quiere exigir buen producto, veracidad, profundidad y eticidad en las piezas
periodísticas, todavía muchos aluden a que “hay que ser objetivos” y cuando se
le quiere enjuiciar, se dice “ese periodismo no es objetivo. Pero el periódico
moderno debe recordar que el lector es cada día más exigente y ya no se
conforma con meros hechos que respondan a una reinventada pirámide y a seis
interrogantes básicos que cada día son más cambiantes. Y además del periodista
mismo, los lectores juegan un preponderante papel en la evolución de la noticia
y del paso de la objetividad a la subjetividad en este oficio.
El lector de periódicos en estas décadas de
finales del siglo XX no es ya mero lector de noticias, de gacetillas o de
chismes –mejor o peor intencionados—Nos encontramos cada día con un lector más
instruido que no se conforma con lo escuetamente informativo. El lector de hoy
quiere que el periódico, a más de informarle, le instruya y le entretenga. Se
lee el periódico para saber lo que pasa. Pero en el mundo pasan muchas cosas
que son mucho más que el puro hecho noticioso
(M. Vivaldi, p.68)
Hay que dejar claro que el acto de la
interpretación es un acto de la inteligencia y que este es inherente al buen
periodismo. Concebir hoy un periodismo sin interpretación, de una sola cara,
plano, rígido y poco dinámico, nos llevarían a un largo viaje al pasado. Hoy el
lector siente que el periodista puede ser vocero de la realidad pasando ésta
por su prisma interpretativo que, siempre que se haga con ética, hará que el
periodismo y el lector salgan gananciosos.
Sin embargo hoy, terminando la primera década del
nuevo milenio, muchos periodistas condicionan el éxito y confiabilidad de su
oficio al precepto de la objetividad. Sobre este aspecto en particular, Miguel
Rodrigo Alsina (2000) hace un recorrido histórico entre la relación del
concepto y el oficio del periodista:
“En una interesante
investigación, Phillips (1977) sugiere que los periodistas tienen hábitos
mentales, actitudes y características personales que están estructurados
alrededor de la objetividad periodística. Por otro lado, como nos recuerdan
Weaver y Mc Combs (1980) en la tradición intelectual del periodismo y de las
ciencias sociales hay desde un punto de vista histórico similitudes y
diferencias. Evidentemente ambos tratan de describir la realidad, pero sus
actividades son distintas. En primer lugar, podríamos describir toda actividad
cognoscitiva como la relación de un
sujeto cognoscente y el objeto conocido. Esta relación se basa en la propiedad
de las cosas del mundo exterior de ser inteligibles y la capacidad de su
conocimiento para el hombre.… Pero la función periodística se basa en la
selección de acontecimientos que se consideren periodísticamente importantes.
El científico pretende descubrir nuevos conocimientos, leyes hasta cierto punto
universales. La ciencia busca lo general, el periodismo lo particular.”
Lo anterior se explica en la medida en que los
estudios periodísticos sobre hechos violentos repetidos en una misma ciudad,
por ejemplo, son tomados por el reportero desde las experiencias individuales
(testigos, víctimas, familiares, victimarios) con las que el público pueda
fácilmente identificarse. O sea, se privilegia la representación del hecho
teniendo ello como punto de partida lo que muchos teóricos del periodismo han
definido como el fenómeno de la “personalización” que no es más que
representar, a través de tres o cuatro personas, los efectos de un fenómeno
colectivo.
El buen periodista debe huir de la generalización
–propia de los estudios científicos- porque en la particularización o estudio
de casos en los que se toma como “muestra” a algunos sujetos, pueden realizarse
descripciones, perfiles, centrar detalles, recrear los hechos, lo que le
permite una aproximación más efectiva con el lector que desea “vivir la
historia”. Por ello, el que trabaja en un diario debe detenerse a dar una nueva
mirada: recrear los hechos, interpretar, pensar en los interrogantes que aún le
han de quedar al lector que espera el diario con deseos de absolver
interrogantes que la radio, la televisión y la Internet no pudieron.
Con la puesta en práctica de la objetividad
tradicional, apegada a normas y reglas, esta premisa sería imposible de cumplir
y el redactor del periódico sería un transmisor de una realidad que ya
transmitieron otros medios sin aportar nada nuevo. Y con ello, el que pierde no
sólo es el lector, sino el periodismo mismo.
* ANUAR SAAD SAAD es comunicador social – periodista,
especialista en Comunicación para el Desarrollo y Magíster en Comunicación. Fue
redactor y Jefe de Redacción en el diario El Heraldo de Barranquilla. En la
actualidad es Profesor Titular de Tiempo
Completo de la Universidad Autónoma del Caribe en Barranquilla, Colombia y
autor de los libros de periodismo: La
narración: el arte de contar la historia; La Crónica y El reportaje, todos
con el sello editorial de Ediciones Uniautónoma.
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alternativas para repensarlo”, disponible en
www.perspectivasdelacomunicacion.cl/revista_1_2008/parte2_07.pdf
KEVIN Hall,
Periodismo y Creatividad. 1999. Editorial Trillas
ULANOVSKI,
Daniel. 2008. “La construcción de la Noticia: en busca de la equidad perdida”.
Disponible en
www.periodismonarrativo.com/construccion-de-noticia-yequidad.pdf
VIVALDI, G.
Martín. 1987. Géneros Periodísticos. Editorial Trillas
[1] Daniel Ulanovsky Sack es periodista de
Harvard University. Entre 1985 y 1998 fue editor del diario “Clarín” y luego
fundó la revista temática “Latido” (Buenos Aires). Actualmente dirige el Centro
de Estudios Avanzados en Periodismo Narrativo www.periodismonarrativo.com, de dónde se han tomado sus citas.
[2] Entrevista con Jacques
DERRIDA (Passages, n° 57, septiembre de 1993, pp. 60- 75).
Palabras recogidas por Stéphane Douailler, Émile Malet, Cristina de Peretti,
Brigitte Sohm y Patrice Vermeren. Traducción de C. de Peretti en El Ojo
Mocho. Revista de Crítica Cultural, Buenos Aires, 1994.
[3] Es preciso aclarar, que las famosas W (por sus siglas en inglés)
propuestas como solución al desglose objetivo de la noticia tuvo su aparición
en los albores de la segunda Guerra Mundial y que, posteriormente, con la
evolución del periodismo, se fueron incorporando más interrogantes, incluso,
algunos (como el por qué y el para qué) que denotan interpretación o
subjetividad.
[4] “La objetividad”, artículo de Miguel Rodrigo Alsina localizado en http://www.nombrefalso.com.ar/index.php?pag=98,
capítulo “Crítica a la objetividad periodística”
[5] Periodistas
y Comunicadores para el desarrollo. Artículo encontrado en http://www.cumbresiberoamericanas.com/principal.php?pi=131&p=111
Discúlpeme, pero lo que desarrolla a lo largo de su texto lo resumo yo en la existencia de diferentes géneros periodísticos, en los que la carga interpretativa cambia. La noticia, la entrevista, el reportaje, la crónica... cada una tiene una carga diferente de interpretación. Partiendo de la base que objetividad es la propiedad de los objetos y, por tanto, no es posible tenerla, yo como periodista prefiero hablar de imparcialidad. Aunque limitada por diversos factores -la educación recibida, el sistema económico y político, la tradición periodística del país, etc.-, sí que es posible contar las cosas de forma imparcial. Yo no sólo no veo que la gente pida más subjetividad, sino que la principal queja de mis familiares y amigos ajenos a este mundo sigue siendo, igual que hace una década, que no entienden por qué diferentes medios abordan de forma opuesta -que no diferente- un mismo hecho de forma en ocasiones escandalosa. Lo que está anticuado es la militancia en unas ideas, las llamadas líneas editoriales y la tendencia de muchos todavía -en mi modesta opinión algo derivado de épocas pasadas- a ajustar los hechos a esa tendencia que tiene el medio. Estoy absolutamente convencido de que es posible escribir de forma atractiva para el lector sin que por ello se deje de ser imparcial. La humanización, por ejemplo, entendido como presentar una historia a través del caso concreto de una persona, no creo que suponga subjetivizar la información, ni muchísimo menos. Y esta moda ahora de hablar de "honestidad" -como si fuera un valor que no se de totalmente por exigido ahora mismo a cualquier periodista- encubre en mi opinión un intento por volver al periodismo de trincheras, al de unos contra otros, donde el lector se ve obligado bien a posicionarse, bien a leer las dos versiones radicalmente opuestas para intentar hacerse una idea, pese al error que ello puede conllevar (no siempre se acercará más a la verdad, dependerá del contenido de las dos versiones). En una época de crisis -casi ya catarsis diría yo- en la que las instituciones están en cuestión, es el momento perfecto de que el periodismo de un paso adelante y ofrezca las claves para entender lo que está pasando, dejándose de filias y fobias respecto a políticos, jueces, empresarios o sindicatos.
ResponderEliminarMuy buen punto Oscar. Pero si analizas a fondo, coincidimos en lo fundamental. Tal vez no mucho en cuanto al papel de la subjetividad ya que para mi, la humanizaciòn d ela que hablas, es, precisamente, esa capacidad de ser subjetivo. Y cierto: lo importante es ser imparcial porque hablar de objetividad es, ademàs de utòpico, una forma peligrosa de "robotizar" el periodismo. Obvio que, unos géneros, podrán tener más carga subjetiva que otros. No es que el lector le exija al redactor la subjetividad...pero sí le está exigiendo que cuenten historias con color, dinamismo, interés humano, interpretación y narración, ingredientes propios de la subjetividad. Mil gracias por tu retroalimentaciòn.
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