POR: ANUAR SAAD
Las
notificaciones en la bandeja de mi facebook
y los trinos en twitter se han vuelto monotemáticos. Todas giran en
torno a la “indignación” costeña por el trato que las grandes cadenas de televisión
colombianas le han dado supuestamente a la región Caribe. “Tramposos”,
“sinvergüenzas”, “deshonestos”, “faltos de valores” y seguramente hasta
“costeños ¡?&%$#%” nos habrán dicho.
Lo
que el grueso del público parece no saber, es que estos programas, mal llamados
“realities”,
trabajan con base a una ecuación que siempre les ha dado resultado: la
explotación baja –entre más mejor—de la pornomiseria. Este término, ya para
nada nuevo en los estudios de comunicación, ha sido suficientemente explicado desde
hace más de trece años por Carlos
Monsiváis
y Omar Rincón, entre otros.
Monsiváis, en uno de sus escritos plantea que “el control remoto es el inicio y el fin
de la democratización”; el afán (a veces enfermizo) de salir en la televisión,
supera todas las razones por las que un participante es expuesto ante la
audiencia como una oveja ante una jauría de lobos hambrientos. Entonces nos
preguntamos estúpidamente si el conductor del reality expone a los
entrevistados porque esta actitud va a generar solidaridad; porque está
contribuyendo a subsanar una problemática social, o porque el determinante
rating empieza a marcar más puntos.
En
twitter y facebook, la reacción de los iracundos televidentes costeños no se
hizo esperar por la trifulca ridícula de Elianis, la costeña neurótica, y Óscar,
un homosexual confeso, que maneja un libreto aprendido. Igualmente, por la “encerrona”
que muchos de los incautos televidentes creen que le hicieron al equipo de los
costeños en El desafío, olvidándose de que todo lo que se haga dentro de estos
circenses escenarios, está premeditado y concebido con el fin único de
arrastrar más sintonía, así sea, exponiendo todas las miserias de los
protagonistas.
Sea
premeditado, como un fiel televidente de El Desafío explica, “los costeños no
podían llegar completos a la fusión, por ello les tendieron una celada”; o como
uno, de peor gusto, seguidor de Protagonistas, analiza “…a Óscar lo vuelven a
llevar al estudio solamente con el fin de armar la discordia y hacer que todos
pierdan la calma”, no cabe duda de que el
objetivo es crear antivalores y fomentar la inquina, la traición, la
deslealtad, la intolerancia y el regionalismo como estrategias que siguen –y
seguirán—utilizando estos cavernícolas programas mientras que nosotros, los
mansos televidentes, atrapados por la “caja idiota”, seguimos hipnotizados
viendo lo que nos ofrecen sin beneficio de inventario sin siquiera hacer uso del
poder que tenemos: tomar el control y cambiar de canal o apagar la tele.
En
un país en que asesinan a un niño de 12
años por robarle su bicicleta; donde la presidenta del Congreso es enviadas a
prisión por nexos con paramilitares; donde los crímenes se están tapando con
base al poder económico de familias llenas de influencias; donde ancianos
mueren mientras esperan ser atendidos en clínicas y puestos de salud y donde la
seguridad, la honestidad y el respeto son valores perdidos, seguimos bajo el embrujo inexplicable de
basura televisiva presentada por conductores que, como si fueran santos,
doctrinan sobre la moral, los valores y la honestidad, ridiculizando y
exponiendo a determinados participantes.
Así
que en vez de seguir quejándose sobre la supuesta “rosca cachaca”, la
“injusticia contra los costeños” o sobre “el bien y el mal” en estos realities, utilice su sentido común y
haga un ejercicio sabio: cambie de canal.
Comentarios
Publicar un comentario
Comente aquí