POR ANUAR SAAD
Cuando se conoció la declaración –hace ya varios
meses— de la hermosa actriz y empresaria barranquillera Valerie Domínguez en
que sostenía que había “firmado por amor” unos papeles que “ni siquiera había
leído”, entendí que esto podría ser uno de esos casos en que el rol que
interpreta un actor en un filme o una telenovela, termina absorbiendo su
verdadera personalidad. O sea, sería un caso parecido al hombre que después de
disfrazarse de Drácula por más de veinte años en el Carnaval de Barranquilla,
terminó creyendo que él era, en efecto, el legendario vampiro y durmiendo en un
ataúd. Es decir, aceptar que Valerie había firmado sin leer unos “papelitos” en que solicitaba un préstamo por la
bicoca de 360 millones de pesos sin “saber ni para qué eran”, deja de
manifiesto una de estas dos cosas: o se tomó en serio aquello que “los caballeros las prefieren brutas” (y
bien brutas en este caso) o que con su encanto actoral está tratando de
meternos gato por liebre.
La
Fiscalía, que no se traga entero el cuento chueco de la reina, afirmó que "…era evidente que ella no reunía los
requisitos para obtener el subsidio, ella era una reina, una actriz, una
diseñadora de joyas, es claro que ella no es una
productora agrícola”. Y también es claro para los ciudadanos –así
apreciemos a Valerie como una reina inolvidable y actriz talentosa que además
es barranquillera—que muchas cosas de la versión de la ex reina no cuajan. ¿En
qué cabeza cabe que una mujer políglota, estudiada, de buena cuna, con
familiares avezados en el mundo del comercio y de las empresas no sabía que los
créditos del AIS eran solo y únicamente para el agro? ¿Quién puede entender que
una mujer exitosa, que no necesita un hombre al lado para surgir, y mucho menos
su dinero, se haya quedado callada soportando –según ella—más de dos años de
agresiones físicas y verbales en su contra por parte de su novio Juan Dávila?
Si este último interrogante resulta ser cierto, lo será también que, en efecto,
Valerie sigue metida en su papel protagónico de mujer maltratada por su marido,
sumisa y entregada por miedo a sus represalias. Es decir, sería una de las
brutas, pero ya no de televisión sino de “verdad verdad”, esas mismas que son
capaces de aguantar que el marido o novio les pegue, las insulte y las
atormente, sin jamás denunciarlo.
Ahora ella esgrime como causales de su infortunada decisión de solicitar
el controversial auxilio, la intimidación a que supuestamente era sometida. Su
ex pareja niega con vehemencia esta versión y, en cambio, asevera que quien lo
maltrataba era ella. ¡Qué bonita pareja!
Lo denigrante de este asunto es que el novelón lo están llevando a los
estrados donde los insultos van y vienen sin descanso. Ella, en su pose de
víctima engañada y él, en su papel de novio dolido y traicionado con el
agravante que, para su desgracia, su apellido no lo ayuda mucho para salir
airoso de escándalos de corrupción. Muchos consideran que el arrepentimiento de
Valerie se dio solo en el momento en que el escándalo era de conocimiento
público. O sea, cuando cualquier persona en el país, incluyendo “a las brutas”,
sabían que un caso enorme de corrupción se cocinaba con los auxilios del AIS. Y
aunque ella no probó de ese pastel, porque devolvió la suma, obviamente tiene
culpabilidad porque su caso no es de los tipificados para esta clase de
subsidios.
Llevar a la corte los trapos sucios de su tormentosa relación amorosa,
no benefician en nada a la ex reina y mucho menos pavonearse bajo el pretexto
de las golpizas que su novio le propinaba. Por el contrario, lo que queda en
claro --si es que está diciendo la verdad—es que de ahora en adelante los
caballeros las preferirán doblemente brutas: buscarán a esas que no denuncien las golpizas y maltratos y
preferirán a políglotas iletradas que sigan creyendo que 360 millones los puede
poner el Niño Dios en Navidad. Mientras
tanto, en el estrado, Valerie seguirá tratando de representar el mejor papel de
su vida… que ojalá no sea el último.
Buen análisis compañero, no olvido detalle alguno de la Agro-novela.
ResponderEliminarBuenísimo. Te encanta dar rejo...
ResponderEliminarBuenísimo, mordaz.
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