Nunca antes un Presidente de la
República, en toda la historia de Colombia, ha hecho una contribución tan
efectiva a la salud de los colombianos. La próstata de Santos, órgano
responsable de las meteóricas jornadas de salud a la que se han sometido los colombianos,
ha sido y es, la protagonista de las primeras páginas en los periódicos y los
portales noticiosos en la última semana.
“Por hacerme los chequeos regulares,
cada seis meses, pude detectar a tiempo la enfermedad”, fue la frase del Presidente que empezó a disparar las visitas
de los colombianos (porque las colombianas no tienen eso) al urólogo. Y las
primeras páginas también se llenaron
(¡Oh bendito país del Sagrado corazón!) de publicidad de clínicas,
laboratorios, urólogos y hasta curanderos, que ofrecían sus servicios para
evitar caer en la penosa enfermedad presidencial.
El impacto fue tan grande que medio
día después de hacerse pública la noticia, noté que mi esposa y mis hijas me
miraban algo extraño.
-Ajá… ¿y tú ya?- preguntó mi mujer.
-Yo ya de qué- le respondí sin
entender
-La próstata- me dijo ella mientras
que mis hijas, como momias, se paraban firme al lado de ella.
-¿Mi suegro está enfermo de la
próstata? –pregunté inocente
-No bruto- me dijo ella siempre
cariñosa. – Que si ya te hiciste el examen. Mira que Santos dijo….- Y me empezó
a repetir el sonsonete que Santos había dicho sobre la prevención de la
enfermedad. Como yo, miles de
colombianos han acudido en masa al urólogo con el temor manifiesto de que su
próstata tenga algo que no debe estar allí, mientras que “laboratorios naturistas”,
ex-prostáticos confesos, y hasta modelos, inundaron los comerciales de
televisión incentivando el bendito examen. No sé cuántos de éstos pudieron
salir nefastamente positivos, pero lo que sí sé, es que las arcas de laboratorios,
medicinas naturales y urólogos se han llenado por cuenta de la próstata de
Santos.
Pero la casualidad suele jugar en Colombia
malas pasadas. El país no se había repuesto de la isquemia cerebral del
Vice-Presidente Garzón, cuando el Presidente Santos revela su enfermedad y
enseguida empieza la especulación sobre qué pasaría, en el hipotético caso
(toquemos madera) de que el cáncer hiciera de las suyas den el cuerpo del
Presidente. ¿Garzón podría asumir a pesar de sus evidentes limitaciones
físicas? Este interrogante originó que un grupo de Senadores encabezaran una
campaña para condicionar la permanencia del Vice a lo que revelara el dictamen
de una junta médica que lo evaluaría.
Garzón, con dignidad, se opuso
enérgicamente a la medida y, en su entrecortado hablar, alcanzamos a entender
que eso “no sería bueno para la democracia”, mientras que, casi simultáneamente,
Santos se asomaba, cual Alberto Lleras, desde
el balcón de su habitación, ya sin su próstata, para dar parte de
victoria. A algunos les ha llamado la atención que los estudios del antígeno
prostático se hayan multiplicado, pero nadie la para bolas a comer en exceso chinchurria,
chicharroncito, caribañolas y
empanadas, que servirían para prevenir accidentes cardiovasculares. ¿Por qué
desde la Vicepresidencia no se inicia una campaña para “comer sano”?
Y lo de la próstata se convirtió en
una bola de nieve: políticos, expresidentes, dirigentes gremiales y hasta un
entrenador de fútbol, empezaron a regalar entrevistas, muy sonrientes ellos, para
certificar que ellos también tuvieron y superaron el cáncer prostático. Solidaridad
o protagonismo, la medida pareció funcionar, porque en estos momentos me apuro
a terminar la columna ante la llamada puntual de la secretaria del Doctor Pérez,
urólogo, para confirmar mi cita, justo a las 4 con él. Y usted que se está
riendo… ¿ya se hizo el examen?
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