POR ANUAR SAAD
Desde
que Dania Londoño engordó –a costa del sonado caso del escándalo sexual con
agentes del Servicio Secreto de los Estados Unidos—su hasta entonces lánguida
cuenta corriente, ya no le llaman “trabajadora sexual”, “prostituta”, “dama de
compañía” o “rebuscona”. Ahora los medios hablan (¡válgame Dios!) de “…La coqueta, frentera y voluptuosa mujer”
quien, además, descubrió por obra y gracia del Espíritu Santo que aparte de ser
especialista en favores sexuales… ¡sabe escribir!
Y
precisamente, para finales de este mes de octubre, la Editorial Santillana
tiene preparado, con bombos y platillos, cual lanzamiento de una obra de Mario
Vargas Llosa, García Márquez o Fernando Vallejo, el libro “Room Service” que promete develar todos los secretos detrás del
escándalo que conmocionó al mundo y que involucró al cuerpo de seguridad del
Presidente Obama..
Pero
más allá de la pornomisérica historia
de la Londoño y su funesta y triste fama que seguramente le acompañará toda la
vida, este episodio deja un sabor amargo para los que han tocado varias veces
las puertas de una editorial y no han conseguido respuesta alguna. Para
aquellos que quemaron pestañas durante años estudiando, leyendo, investigando,
redactando, indagando, creando, para poder ser, algún día, un escritor
reconocido, se darán cuenta, con tristeza, que años de trabajo pueden ser en
vano y en cambio remplazados, por unas horas de revolcón entre sábanas, siempre
y cuando, el co-protagonista del encuentro sexual, sea un gringo grandulón con
cara de imbécil y cuyo oficio es dizque proteger al hombre más importante del
mundo.
Así
que si usted que me está leyendo sigue día a día dedicándole horas enteras a corregir
ese borrador de libro que tiene cuatro años guardado en sus archivos de Word de
su viejo computador, empiece a pensar muy seriamente en la posibilidad de
cultivar hortalizas; dedicarse a vender tutifrutis
en cualquier bulevar de la “ciudad que florece”; manejar un taxi o, porqué no, tratar
de convertirse en un “damo” o “dama”
de compañía para gente que busca amor comprado. Si explora esta última
alternativa, podría presentarse la situación, en una noche de esas de favores
prestados, que alguien se niegue a pagar después de gozar del servicio y usted,
ni corto ni perezoso, armará un escándalo “de la madonna” y cuando lleguen los
policías, tres horas después, se destapará, ¡oh sorpresa! que a quien había
tenido entre las sábanas era el hijo díscolo del Rey de Inglaterra que estaba
por estas tierras en procura de una “nueva colonización”.
Pero
si a usted no le sucede algo parecido a este caso, no se preocupe: puede seguir
revisando durante tres años más su manuscrito y seguir acudiendo, como retardo
mental, a editoriales reconocidas internacionales, nacionales y por último
regionales, con sus ya amarillentas cuartillas sobre la que caminará una hilera
de comején, que ni siquiera la “salamanqueja
tuerta” le abrirá las puertas. No hay nada que hacer. Si no explora los
recovecos luminosos de la superación personal para ser un alter ego de Walter
Rizzo; o si no descubre a un arrepentido paramilitar que quiere confesar cómo ejecutó sus primeras siete
masacres; o no se le presenta algún “encuentro cercano del tercer tipo”, sin
duda usted estará destinado a ser cualquier cosa, menos escritor.
Ya
lo dijo Isabella Santodomingo: “los caballeros las prefieren brutas” (y de eso
puede dar fe nuestra bella Valerie Domínguez)… y entonces será –en ese orden de
ideas-- ¿qué las editoriales las prefieren p…?
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