Y es que un equipo, cuya
nómina se aproxima a los mil millones de pesos mensuales, no puede darse el
lujo de atrincherarse ante rivales mucho menos que él y, lo peor, dejar pasar
los minutos en medio de un caos digno de un equipo de bola de trapo.
Pero las declaraciones de
Iván Vélez al término del primer tiempo para los comentaristas de Directv nos
dejaron, aún, más asombrados. El futbolista respondió que “Junior pudo jugar a
su antojo después del gol de Medellín porque jugaban a lo que sabía, que era
atacar y proponer, porque este equipo no sabe jugar a defenderse”. Una clara
bofetada en la cara para Cheché Hernández quien está desaprovechando de manera
mezquina e irresponsable el esfuerzo de los dueños del equipo que, debo
reconocerlo, no le han negado nada a esta versión “tiburona” del segundo
semestre de 2012. Se le complació hasta en las metidas de pata, como contratar
a Pichú, Balanta y Rentería. Cuenta con los dos mejores delanteros del futbol
colombiano, Teo y Moreno y el armador que todos quieren: Giovanni Hernández.
Jugadores que todos quisieran tener, como Sherman Cárdenas, juega por minutos y
últimamente, en una demostración de terquedad perversa, prefiere a Ruíz que a
Vladimir Hernández. ¿A qué juega Ruíz? O, como diría Maturana de
Aristizabal…”es un gran futbolista sin balón”.
Si Cheché cree que los
barranquilleros están felices porque él aprendió a decir “eche”, “cuadro” y
“cipote vaina”, vaya bajándose de la nube y pensar que, si no queda campeón,
puede empezar a limar asperezas con los bogotanos a ver si allá puede tener
cabida. No por jugar con dos o tres delanteros es sinónimo de fútbol ofensivo.
Es una cuestión más de fondo; de tácticas, de motivaciones, de planeación, de
relevos, de compromiso y este equipo (recordemos los partidos contra Santa Fe,
Equidad, Pasto, Millonarios y Medellín) puede estar hoy en el cielo y mañana en
el infierno. Sebastián viera no está, Cheché, para apagar sus incendios ni para
tapar la realidad que se nos viene encima: el gran equipo que armó la
directiva, no corresponde, de lejos, a lo que está mostrando en el terreno de
juego. Es un equipo sin técnico; sin brújula, si estrategias, esperando
(recordar partidos anteriores como el de Nacional) que una virtud individual,
le salve el puesto al técnico.
Millonarios, Equidad e
Itagüí juntos, no valen la mitad del junior y, jornada tras jornada, gracias a
la TV, vemos con tristeza como ellos sí parecen los súper equipos y nosotros
sufrimos con coleros y equipos que sufren por clasificarse.
Los junioristas deberán
entonces encomendarse al Divino Niño o a San Judas Tadeo para ver si, por esos
designios, Teo, Vladimir, Dairo y Giovani se enchufan y pueden cambiar la
historia. O esperar que una iluminación repentina haga la luz en la mente, hoy
oscura, del Cheché Hernández para ver si es capaz de jugar como grande, con un
equipo que, por lo que cuesta, el único camino que le queda es ganar el
campeonato. Las otras opciones, Cheché, serían un fracaso absoluto.
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