ANUAR SAAD
El jueves en
la noche mi familia y yo decidimos salir a comer a la calle. El plan inicial,
era ir a Frisby de la 51b con 93, pero también contemplamos entrar a American.
Pero en ambas, el pollo apanado era la especialidad y mi esposa prefería “algo
con menos grasa” por lo que terminamos –en mala hora—entrando al restaurante
que cínicamente se identifica como “Piko Riko Gourmet”. Y ahí fue Troya.
Ordenamos un
pollo entero que venía dizque con una supuesta promoción adicional de un cuarto
de pollo (había que pagar 4 mil más por el agrandado) y para mi hija menor,
otro cuarto de pollo, este sí apanado, con papas fritas.
El mesero se
mostraba sospechosamente solícito y sonriente. Pedí dos cervezas frías y me las
trajo más calientes que el Paseo Bolívar a las doce del día. –No se preocupe-
me dijo con su sonrisa idiota –Ya le traigo hielo-.
Al rato llegó
el pollo. O lo que quedaba de él. Era un a codorniz enroscada en un pellejo
desprendido, grasoso y amarillento que era el preámbulo de lo que nos esperaba.
–Mija- le dije a mi esposa –Ese pollo está como incompleto- le dije
desconfiado. -¿Ahora te vas a poner como mi cuñado que cuenta las presas cuando
pide pollo? – me dijo ella por lo que contuve las ganas de contar las presas.
El pollo, supuestamente entero, flotaba en un molde más pequeño que el que
tiene una pizza personal. En dos bocados lo acabamos y terminamos pidiendo dos
porciones más con otra papa frita. Las porciones venían acompañadas con un
miserable bollo más pequeño que mi dedo meñique y sobra decir que un bebé de 9
meses lo devoraría de un bocado.
Resignado
ante lo que ya internamente consideraba como una estafa me dispuse a pagar (qué
estúpido fui) y cuando estoy revisando la cuenta veo que, ya totalizada, está
la “propina voluntaria” del diez por ciento. Pensé que era el colmo que, tras
insatisfecho, me tocara pagar por un servicio de sexta categoría. El mesero no
se merecía ni las sobras del pollo…pero lo pagué. Cuando estoy firmando el
bauche de la tarjeta, sale otra orden de pollo entero y cual sería mi sorpresa
cuando veo, que ese pollo, era tres veces más en cantidad y tamaño que lo que a
mi me sirvieron. ¿Eso es un pollo entero? –pregunté-
-sí- me dijo
una tipa con cara de mala persona que al parecer era la “cabeza visible del
negocio”: una mujer que inspira desconfianza, deslucida, sucia, grosera y con
aire de cachifa de casa pobre. –Por qué pregunta- me dijo la mujer que luciría
mejor atendiendo una venta de fritos en los extramuros de Barranquilla. –Porque
este pollo sí está entero y a mí me dio menos de la mitad de ese…ni decir de
las porciones-
-Puede ser-
me dijo burlona sabiendo que ya había “pelado a un bobo” pero usted se lo comió
y no dijo nada. Ahora páguelo. Increíblemente
lo pagué. Pero me di el lujo de ir de mesa en mesa en mesa diciendo lo que
pensaba: Piko Rico de la 84 con 51b no es un restaurante: es una cueva de
atracadores que esperan que un cliente honesto, desprevenido y que quiera
compartir con su familia, vaya a comer para que los tres pelagatos que atienden
–incluyendo a la vieja con cara de sicario—traten de estafar al más bobo. Y
ayer el más bobo fui yo. Increpé a la vieja y al sonriente mesero con cara de
imbécil. Les dije a los que comían en una mesa que el lugar era manejado por una
mujer sin ética, sin escrúpulos y sin la mínima idea de atención al cliente.
De alguna
parte salió un guardia armado que trató de amedrentarme con la pistola y su
mirada, pero mi cara de árabe terrorista en estado de excitación, hizo que se
tragara sus palabras. Les grité lo que merecían, incluyendo, didácticamente,
por dónde debían meterse el pollo que nos quedaron debiendo. Dos policías
gordos aparecieron como si fueran a impedir un asalto, pero ya era inútil: el
Piko Rico de la 84 con 51B, el irónicamente bautizado como Gourmet, ya me había
estafado.
No sé si lo
Char siguen teniendo intereses en Piko Rico o son franquicias que entregan al
mejor postor. –Quéjese con el viejo de Acondesa- me dijo la cachifa con cara de
asesina cuando pregunté por el gerente. No quiero ni pensar que el gerente de
Acondesa tiene a su cargo ese Piko Rico. Si no puede saber qué pasa en ese
cuchitril, no me quiero ni imaginar lo que pasará en Acondesa. Lo cierto es,
que sea quienes sean los dueños, esto no puede repetirse. Y si son los de la
familia Char, deben saber que ya con la paupérrima atención al cliente en Sao,
ya tenemos suficiente para que ahora nos atraquen en Piko Riko donde, al
parecer, el pollo “vuela” antes de llegar a la mesa.
Si tiene
alguna duda sobre el texto, resígnese a perder su plata y vaya ya mismo a ese
“restaurante”. Eso sí: prepárese para una indigestión… o un infarto.
Piko Riko en todas partes debe ser igual, porque a mí, aca en cartagena, me han ocurrido ambos casos (obtener un pollo bueno o media tortolita). He desistido de visitar esos antros porque obtener aquello por lo que se paga no compensa el agravio de cuando no se obtiene.
ResponderEliminarCosa similar me ha ocurrido en frisby, con la diferencia de que si bien el ave carece del tamaño necesario para ser considerado un pollo adulto, al menos está completo.
Basicamente por eso he dejado de comer pollo en esos lugares.
la