Voy a extenderle una
invitación personal, así toque endeudarme por los próximos diez años, a los
señores directivos que representan el Barómetro Global de Felicidad y Esperanza, para
que, junto con los investigadores de Win - Gallup International, se peguen la
rodadita y conozcan de verdad verdad a Colombia y, sobre todo, a Barranquilla.
Créanme que eso, por lo menos a mi, eso sí me haría feliz.
Y es que los señores de
Barómetro Global de Felicidad le concedieron a Colombia el primer puesto como
el país más feliz del mundo (¡me muero de la dicha!) y según el Centro Nacional
de Consultoría, que realizó la encuesta para el país, la ciudad con los índices
más altos de felicidad fue Barranquilla (¡Dios, debo estar en el paraíso!), con
un 83 por ciento, seguida de Medellín, Bucaramanga, Bogotá y Cali.
Señores:
quiero que vengan para que sepan por qué a pesar de su loable distinción,
ninguno en Colombia (por lo menos los trabajadores honestos que somos la
mayoría) está muerto de la risa, sino de la piedra de ver como el país y
nuestras ciudades, van cada vez peor. En Bogotá, por ejemplo, están muy felices
con la novedosa modalidad de basuras a cielo abierto en aceras de barrios
residenciales para darle oportunidad a los recicladores de que también sean
felices. Usted, mientras camina por las calles de la capital, desarrolla de
paso una gran habilidad para esquivar montañas…. de basuras, mientras que no
debe olvidar la técnica del pulpo (hacerse el de las ocho manos) para asegurar
sus objetos y a veces su dignidad dentro de los articulados de Transmilenio.
Son tan felices los bogotanos, que decidieron que no necesitan alcalde y le van
a revocar el mandato, no por inepto, sino por
in-feliz.
Ni qué decir de
Medellín, donde todos están felices con las matanzas entre narcos y los ajustes
de cuentas demenciales que cobran víctimas inocentes que cometieron el pecado
de estar en el momento y el lugar equivocados. La misma Medellín que lidera
cifras de violencia y atentados criminales contra las mujeres y que apenas se repone
de una época de horrores de la que siguen vivas nefastas secuelas. Es la misma
felicidad que alberga a los familiares de los que son hallados (lo que queda de
ellos) en fosas comunes como muestra de que tanta felicidad nos lleva a la
locura colectiva y terminamos matándonos unos con otros. La felicidad que acá,
en dos poblaciones de la Costa Atlántica, en menos de 5 días, dos niños fueron
violados y asesinados y dos hombres atentaron contra sus parejas…mientras que
en el sur del Departamento del Atlántico siguen esperando que se hagan realidad
las promesas hechas por el Gobernador de turno de este Departamento --y que de
pura felicidad ahora quiere ser Presidente—para ver si pueden volver a tener un
techo y no seguir viviendo en la incertidumbre a orillas de una carretera.
Sí señores. Vengan a
nuestro país y recórranlo con confianza que acá no cabemos de la dicha.
Admírense de la belleza y seguridad de las comunas en Medellín y de los
desplazados que deambulan sin rumbo y con hambre por todas nuestras calles. Regodéense
certificando como un pueblo de casi 700 mil habitantes ha sido saqueado por todas
las administraciones de los últimos 40 años por lo que, a pesar de su
crecimiento, hace mucho honor a su nombre, este no muy feliz: Soledad.
Comprueben sin pudor lo enfermizamente felices que son nuestros trabajadores quienes
–pobrecillos—no saben en qué gastarse los $22.800 (unos doce dólares) en que se
“reajustó” el salario mínimo. Lo dicho: ¡pura felicidad!
La misma que alberga a
los barranquilleros porque la ciudad florece para todos. Hasta en las grietas
de las calles donde ya se asoman unos cuántos arbolitos por falta de
pavimentación, misma ciudad donde encender un abanico puede ser sinónimo de
muerte gracias a su empresa de energía. Al fin y al cabo, de algo hay que
morirse. Comprueben sin temores que la violencia en Barranquilla florece sin
abono alguno y que los índices se multiplicaron en los últimos meses….encontrando,
de paso, que los más felices en esta ciudad son los periodistas que ahora muestran
orondos su rótulo de “terroristas mediáticos”. Sí señores: no cabemos de la
dicha.
Y por si no lo sabían,
estamos entre los primeros diez países del mundo con más desigualdad social y
acá, en Barranquilla, la más feliz de Colombia, nos cobran, muy felices,
impuestos sobre obras que nunca se ejecutaron con otro impuesto ya cobrado. O sea,
para que seamos unos felices re-valorizados. Y para no quitarles más tiempo,
ahora que lleguen a Barranquilla, pregunten en cualquier esquina cómo les
parece que a nuestro equipo de fútbol, los emblemáticos “tiburones”, lleguen
jóvenes refuerzos de 37 años y que, además, la mayoría de las contrataciones
sean desechos de los equipos paisas. Miren: somos tan felices, que compartimos
región: ¡Viva el Atlético Junior de Aburrá, carajo!
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