El 30 de
enero de este año un video con connotaciones del gag de comedia, de poca
duración, rústico y sin pretensiones estéticas, revolucionó las redes sociales.
Unas semanas más tarde, un grupo de cinco jóvenes australianos autodenominados
como 'The Sunny Coast Skate' crearon el vídeo, The Harlem Shake que hizo colapsar a Youtube. http://www.youtube.com/watch?v=384IUU43bfQ
Como ya
todos saben, el baile tiene unas particularidades que lo hacen único: un bailarín
abre el ruedo cubriendo su rostro y
baila en solitario durante 15 segundos rodeado por un grupo de personas que,
aparentemente, no les presta atención. Segundos después, todos se integran al
baile con insinuantes movimientos de cadera bajo la instrumentación
electrónica, portando objetos extravagantes y vistiendo atuendos estrafalarios,
unos, y poca ropa, otros.
Según
Wikypedia, “…el fenómeno se ha extendido
debido al gran número de gente imitando y publicando vídeos similares. En los primeros nueve días del
fenómeno más de 11,000 versiones del meme fueron subidas a YouTube, obteniendo
más de 44 millones de visionados, con una media de 4000 nuevas variantes por
día más o menos.” Para esa época –hace pocas
semanas—hasta el logo y el pantallazo completo del portal de videos,
prácticamente “bailaba” al ritmo del Harlem Shake: un fenómeno revolucionario a
partir de su simplicidad.
Y
Colombia no fue la excepción: el Harlem Shake se apoderó de los jóvenes quienes
improvisan puestas en escena que comparten entre el grupo de amistades, todos,
con los ingredientes comunes: uno que baila en solitario, enmascarado, otros
indiferentes y, después, el despelote total de un baile furioso y desordenado.
Pero en el Colegio Cristiano El Salvador de
Barranquilla, el Harlem Shake no le hizo gracia alguna a sus directivas. Los
jóvenes estudiantes –todos de último grado-- divulgaron a través de las redes
sociales su versión criolla del Harlem Shake http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=x7dfoecB6-E guardando las características similares a los videos
originales.
Como consecuencia de
compartir con el infinito público de las
redes sociales en el ciberespacio sus altas dotes de histrionismo y garbo
musical, los estudiantes fueron suspendidos por las directivas de ese plantel
educativo que fueron enérgicos al considerar el hecho como “una violación a los
manuales de convivencia” sin tener en
cuenta de que los once alumnos que participaron en la “producción”, lo hicieron
en una hora libre de clases, eso sí, utilizando uno de los salones para tal
efecto.
El caso ha despertado una fuerte polémica en el sector educativo y entre
los mismos padres de familia. Muchos de los acudientes de los
protagonistas del video, sostienen que la sanción impuesta a sus hijos es claramente violatoria del derecho
fundamental al libre desarrollo de la personalidad. Ya el secretario de
Educación del Distrito prometió indagar para ver si la sanción se contempla
entre lo que establece el Manual de
Convivencia. La pregunta que ronda en la cabeza de muchos barranquilleros es
que si el baile que ejecutaran los once muchachos fuera menos sensual y
agresivo ¿ellos serían sancionados?
Acaso –pregunto yo—toda interpretación musical –canto o baile-- ¿no es
un arte? Hace recordar este episodio cuando, por allá a finales de la década de
los 90, un conservador colegio católico de señoritas prohibió que en su
claustro las “niñas bien” bailaran u oyeran la música “champeta”. Música que,
al final, terminó entrando hasta en los más exclusivos clubes y salones
sociales de Cartagena, ciudad donde el racismo y el clasismo son de los más
marcados del país. Hasta en los matrimonios de hijos de políticos terminaban
bailando champeta.
En definitiva, es inútil ir contra las tendencias mundiales si estas, a
la larga, no le hacen daño a nadie. El baile, por muy extravagante que sea,
lleva el arte inherente a él y este, en particular, tiene una gran connotación
cómica, donde el “gag” hace presencia y la mezcla, humor y baile, en un país
cercado por tragedias, corrupción, violencia y pobreza, no deja de ser un
bálsamo.
La flexibilidad, también es una cualidad de la educación. Y prohibir un
baile, más que una medida ridícula y “ñoña”, es devolvernos a la inquisición,
época en que los conquistadores españoles prohibían a los negros africanos
ejecutar el tambor o cualquier instrumento que emitiera música. Pero aun así,
fracasaron en su intento. Lo único que los conquistadores no pudieron quitarle
a los esclavos africanos fue su voz. Suficiente, para que ellos, a partir de
ahí, crearan casi todos los ritmos musicales que hoy conocemos.
Usted qué prefiere amigo lector: ¿un grupo de jóvenes creando sketches que tienen como fondo una
temática cómica, sensualidad y baile…o
el mismo grupo de jóvenes uniéndose a una pandilla? Entonces qué esperas: ¡ponte la máscara!
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