Después del alboroto de la renuncia –realmente aún
inexplicable y oscura—de Benedicto XVI, la Iglesia católica tiene un nuevo
líder que velará, esperamos, por las almas y espiritualidad de más de mil
doscientos millones de fieles en todo el mundo.
Pero la noticia verdadera no es que el cónclave haya
elegido a un nuevo Papa. Las noticias, porque son dos, es que es argentino y,
además, adoptó el nombre de Francisco. Vayamos por partes.
El hecho de que sea argentino es celebrado por toda la
comunidad latina que desde siempre ha esperado un reconocimiento a esta parte
del mundo. Imposible evitar los chistes que surgieron al respecto. “Fue la mano
de Dios”, dijo uno. “Lo tenemos todo”, me escribió un argentino amigo: “a Messi
y al Papa”, mientras que, por los lados de la Compañía de Jesús, es decir, los
Jesuitas, la fiesta recién empezaba. Un estudiante trinó: “Qué suerte la mía.
Vine a sacar unos papeles a la universidad, y justo eligen de Papa a un
javeriano”. Y mientras se inventan nuevos cuentos a esta sorpresiva elección
papal, se iban revelando los gustos futbolísticos del Santo Padre. Se llama
Jorge Mario, se apellida Bergoglio y
aunque me sonó a puntero izquierdo en los tiempos de Varaka, este nunca ha
jugado fútbol pero se confiesa hincha de San Lorenzo, equipo que, de seguro, ve
en él, la influencia más grande para superar el difícil escoyo que enfrenta ese
onceno en el fútbol argentino.
Muchos, en las redes sociales, se conmovieron porque,
según los tuits, Bergoglio “tiene cara de buena persona y habla un latín con
acento gaucho”. “Hasta se parece a Gardel”, trinó otro. Lo cierto, es que este
cardenal fue clave para que Benedicto XVI llegara al poder y, además, recién
nombrado dio una lección de humildad esperando la bendición del pueblo. Y
ahora, repasando la foto mientras escribo esto, concuerdo con los tuiteros. Sí,
tiene cara de buena persona, pero también tiene cara de que, efectivamente,
lleva 76 años a cuestas. Muchos, para pensar en una renovación de la iglesia,
cuando las expectativas de vida, no superan los 85. Tal vez, un Bergoglio con
diez años menos, hubiese sido ideal. Pero él, como cualquier futbolista
argentino, dice “sentirse espléndido” y “pasar por su mejor momento”. Ojalá así
sea porque la labor que recae desde hoy sobre sus hombros no es pequeña:
Despertar a una iglesia dormida; ser el adalid de una iglesia asediada por
escándalos de corrupción, mafia y pederastia que cada vez pierde más adeptos,
no es nada fácil. Va a necesitar, de verdad, la mano de Dios y no me refiero,
obvio, a la de Maradona.
El segundo punto, es que adoptó el nombre de Francisco.
Menos mal que los nombres, en muchos casos, no es el reflejo de quien lo porta.
Claro, que hay otros que sí. Ahí no más tenemos a Francisco Santos que, a
veces, no sabe si se llama Pachito y su apodo es Francisco o al revés. Pero
como latino, este nuevo Papa debe tener sabor. Sabor y son, como diría desde La
Guajira, mi colega Jaime de la Hoz Simanca quien dice que, con su nombre, el
Papa ya ha bendecido el Festival Vallenato “Francisco El Hombre” y es que, en
este caso, Francisco sí fue el hombre. Y a propósito del nombre, en
Barranquilla hay una verdadera fiesta popular que anticipó la cacareada y
enredada celebración del bicentenario.
En San Pachito están de plácemes: no
tienen seguridad; las calles están destrozadas; viven en pobreza extrema… ¡pero
tienen Papa! Ya líderes comunales están haciendo los arreglos para ver si es
posible que la primera caravana papal, en caso de que Bergoglia visite
Barranquilla, sea por el barrio que rinde homenaje a su nombre y no faltará el
atrevido en proponer, por qué no, que en San Pachito se construya una plaza de
la paz alterna.
Así pues, esta es, brevemente, las repercusiones de un
Papa que se hace llamar Francisco, es argentino y su nombre suena a puntero
izquierdo. Desde ya, dicen desde El Vaticano, está haciendo arreglos para que
sus oraciones, reuniones de Estado, visitas evangelizadoras y saludos y
bendiciones et orbi, no se crucen
cuando juega el Barcelona porque después de Dios y Maradona…está Messi. Y debe
demostrar, por supuesto y por el bien de una Iglesia que lo necesita, la
verdadera importancia de llamarse Francisco.
Comentarios
Publicar un comentario
Comente aquí