Barranquilla, hay que decirlo,
asombra a quienes por alguna razón llevan años sin pisar esta tierra. Muchos,
que no venían hace décadas, reconocen que la ciudad, ahora sí, parece una
ciudad de verdad verdad y no ese
pueblo grande, desordenado y con montones de basuras por doquier, que le daban
un aspecto lamentable.
La transformación de la ciudad tomó
un primer impulso –y hay que
reconocerlo—en la primera Alcaldía del padre Bernardo Hoyos donde empezó a
germinar la semilla de crear conciencia ciudadana y una reivindicación social,
especialmente, en sectores muy marginados del Distrito. Después de varios
períodos de recesión, la ciudad despertó de la mano de Alex Char (aunque el precio haya sido dejar a la ciudad
endeudada por varios años) mandato que supuestamente ha tenido continuidad en
su sucesora natural, Elsa Noguera, quien a pesar de esfuerzos, no ha logrado
una total aceptación popular.
¿Pero por qué los barranquilleros,
esos que vivimos aquí y la recorremos metro a metro la seguimos percibiendo
como una ciudad caótica? ¿Qué le falta para tener cara de una verdadera metrópoli
regional? Desde la perspectiva de muchos, es un agudo problema de
infraestructura, tanto vial como peatonal. La ciudad no tiene avenidas, sino
remedos de ella. La más grande, Olaya Herrera, quedó corta hace treinta años y
las carrera 43 y 44 y la calle 84, solo por poner dos ejemplos, piden a gritos
una ampliación. La calle 72 necesita proyectarse, en un solo tirón, hasta el
sur de la ciudad (evitando traumatismos y congestiones) y la calle 61 debe ser ampliada. Es esta una
ciudad que, cada vez que se urbanizaba un nuevo barrio, el problema se resolvía
sobre la marcha: construyéndole sus callecitas, sin pensar en una vía amplia y
rápida de acceso. Y, lo peor, sin planificar un espacio a futuro para ello.
Pero por cuenta de esa pésima
planeación a futuro, al Distrito le
queda difícil (caso que no pasa por ejemplo en Bogotá, Medellín y Bucaramanga)
ampliar sus vías actuales. La solución, en este caso, sería generar recursos a
través de Valorización porque para vías internas, las obras deben ejecutarse
con recursos propios. Entre las alternativas para desembotellar la ciudad, en
donde circulan más de 15 mil taxis, está la ejecución de puentes que faciliten
la movilización en sitios neurálgicos. Puentes que, aparte de estéticos como
los de Medellín, no queden “enanos” a su paso. Pero para ello, se necesita
convicción, convocatoria, planificación y poder de ejecución.
Los barranquilleros sienten que han
perdido la Avenida Olaya Herrera. Esta se entregó mansamente al Transmetro sin
dar soluciones adecuadas al caos que significaría la circulación de vehículos
particulares por esa vía. Es pues, Barranquilla, una ciudad no planeada. Una
ciudad sin prospectiva, donde se improvisa en cada arrebato de “iluminación”
del alcalde de turno. Barranquilla necesita obras que amainen el caos vial que
padece y, de paso, obras que contribuyan a su estética de ciudad región.
Se demostró con el reciente cobro de
Valorización que la medida es antipática como todo lo que le signifique al
ciudadano meterse la mano al bolsillo. Pero si los ciudadanos perciben que las
obras ayudan a mejorar su calidad de vida, terminan pagando con agrado. Aquí
hace falta ese componente esencial de ciudadanía, en su verdadera expresión,
para sentir la ciudad como propia. Es una integración y coherencia entre
política dirigencial y compromiso ciudadano.
Y el problema no es solamente las
vías, sino también el espacio para el peatón. Ese mismo que hace malabares para
caminar sobre un sardinel (lleno de huecos en casi todos los casos) esquivando
una enredada maraña de autos que parquean sobre la vía peatonal sin que hasta
el momento nadie, ni la Alcaldesa ni las autoridades de Planeación y Movilidad,
digan ni mu.
¿Por qué los bolardos sí funcionan en
otras ciudades? ¿Por qué ya existe conciencia que los vehículos deben ser
parqueados en sitios autorizados para ello? Caminar por Barranquilla, puede ser
hasta una competencia de deporte extremo. Y ni hablar de los discapacitados.
¿Se piensa o se ha pensado en ellos? Es hora de tomar decisiones al respecto.
Este Distrito, capital de toda la
Región Caribe, no puede seguirse viendo y sintiendo como una ciudad de “Fisher
Price” donde todo es en miniatura. Y lo más peligroso de esto, es que nuestros
dirigentes, piensen de esa misma manera.
al ciudadano común le da flojera pensar en la ciudad. los dirigentes son ciudadanos comunes también. se acomoda con su carro donde mejor le convenga, le da flojera pensar que si hago esto, le causo problemas al ciudadano. y así para todo.
ResponderEliminar