POR ANUAR SAAD
Ya había advertido en una columna anterior, lo importante que es para una ciudad de la importancia de Barranquilla –y más ahora que estará en la mira del mundo gracias al TLC—tener un adecuado y estético mobiliario urbano. Pero a pesar de las advertencias de columnistas y expertos urbanistas, la Alcaldía sigue sin dar pie con bola (pero sí en bolardos) en adecuaciones de ciudad.
La determinación de implementar con
enormes bolardos en forma de gigantescas
pelotas de fútbol un largo tramo de la carrera 54, solo se justificaría si
Barranquilla quedara en Brasil y se pintaran las esféricas de concreto, en
forma de balón de fútbol como alegoría al Mundial. Pero ni Barranquilla es
Bello Horizonte, ni el Metropolitano es el Maracaná.
Ayer, en un pronunciamiento serio, el
Fondo de Prevención Vial advirtió sobre la posible “lluvia de demandas” que se
verán venir, cuando empiecen a ocurrir accidentes por causa de las
antiestéticas esferas que, a todas luces, son un atentado contra los
automotores, los conductores y hasta los desprevenidos peatones. En pocas palabras, además de feas, son
peligrosas.
Sin embargo, observadores ciudadanos,
han alertado sobre el porqué de la polémica engordada y mantenida por el
Distrito sobre un tema que, de fondo, no tendría mayor significancia. Muchos
coinciden que lo hacen para desviar la atención en problemas de mayor
envergadura en los que pueden existir algunas irregularidades, como es el caso
de la tan criticada ampliación de la carrera 51B.
¿Es acaso justificable
reventar un pavimento –que era la gran mayoría—en excelente estado para dejar,
a la larga, con el mismo ancho la calle? ¿Qué entiende la Alcaldía y las autoridades de planeación del Distrito por el término
ampliación? Para despejar dudas, me remito al Diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española, RAE, que define ampliación como: “…ensanchamiento
o aumento
del tamaño o extensión de algo”. Más claro, habría que dibujarlo con plastilina. ¿Qué parte no
se entiende de “aumento del tamaño de algo? Vecinos del sector de las obras, metro en
mano, han medido de punta a punta la supuestamente ampliada 51B y el resultado
ya es conocido por casi toda la comunidad: la calle sigue midiendo lo mismo. Se
nota de bulto, porque ni sardineles ni construcciones aledañas, han sido
intervenidos. Pero llama más la atención que los más de 24 mil millones de
pesos destinados para tal fin tenían como meta ser ejecutados en un plazo
máximo de 6 meses, de los cuales, ya van 10 y contando. ¿En cuánto se afectó el
costo? No se sabe o no se ha dicho aún.
Pero lo más
crítico es que no era una obra necesaria, de la forma en que se está
ejecutando. No podrá, nunca, tapar el error histórico de no haber intervenido
de norte a sur, en toda su extensión, la carrera 46 –Avenida Olaya Herrera—para
que se descongestionara la ciudad de verdad y el Transmetro no afectara la
movilidad. Es decir, una Avenida de más carriles que brindara soluciones reales
al problema más grave que tiene esta ciudad: la movilidad. Pero como había que
comprar predios, las mentes limitadas y poco futuristas que han manejado la
ciudad, desfallecieron en los esfuerzos de hacer lo que Bogotá, por ejemplo, sí
hizo: adquirir predios para, ahí sí, ampliar vías de verdad y no mentir a la
ciudadanía.
Y ahí vamos, de
error en error. La Calle Murillo, una enorme recta que atravesaba la ciudad, hoy
es una complicada arteria llena de curvas en el intento de no “tropezar” con
predios que debían ser adquiridos para su readecuación.
Y no contentos
con eso, las autoridades distritales de tránsito y la Secretaría de Movilidad,
han hecho su gran aporte en el caos urbano. Caos que se refleja con solo salir
a las calles. Obras simultáneas –muchas de ellas innecesarias—han traído como
consecuencia que se decrete doble pico y placa al hacerlo por sectores,
ocasionando desespero, indignación y confusión en los conductores que ya no
saben ni por dónde diablos meterse.
Pero como en este
Distrito, las amenazas a la ciudadanía están de moda, ya nadie puede decir
nada. Si lo dicen, la declaración desde la autoridad máxima de la ciudad, nos
deja perplejos: “Si el norte no quiere obras, me las llevo para el sur”. Un
desatino más que deja mucho qué pensar de si lo importante es hacer…o saber qué
hacer. Obras sí, Alcaldesa, pero con sentido. Con calidad. Necesarias y no,
solamente, para contentar a contratistas que, como siempre, alargan los tiempos
para cobrar más. Las obras son obligación de los que fueron elegidos
popularmente. Y unas y otras –norte o sur—deben hacerse con transparencia para
enmendar necesidades reales. Ahí está, por ejemplo, el caso de los parques de Barranquilla.
Parques que no lo son, en una ciudad con el indicador más bajo de metro
cuadrado de parque por habitante. ¿Será que algún día alguien entenderá que
obras es más que pavimento?
Mientras tanto,
los concesionarios de los detectores de velocidad se siguen enriqueciendo con
las emboscadas que le tienden a desprevenidos conductores. Sabía usted que en
la vía Barranquilla-Cartagena, antes de Loma Arena, hay cuatro reductores y dos
de ellos lo obligan a baja la velocidad a ¡40 kilómetros por hora! ¿En una
carretera? En Estados Unidos, por ejemplo, reducir la velocidad en esas
proporciones en una carretera, es considerada una infracción. El fin es obvio:
recaudar y recaudar. No existe en carretera alguna del país, detección
electrónica de velocidad como en el Atlántico.
Tema de una
próxima columna, mientras encuentro la forma de cómo salir del trancón para
llegar a mi trabajo…
Y los áulicos ahí, inventándose excusas y vistas de otras ciudades pa justificar el adefesio.
ResponderEliminarPS: Pille toda la inseguridad q se genera en el Parque Parrish que queda a unos pasos de un CAI