Por Anuar Saad

Pues le tengo dos noticias: la
primera, que más que percepción es una realidad. Uribe nos mira. Tiene una red
de simpatizantes espías diseminados por todo el país para ver qué se dice y cómo
se dice de él. La segunda, es que no le pare muchas bolas al asunto, ya que
según el médico y siquiatra Daniel Gutiérrez, director del
Centro Integral de Atención en Salud Mental, el ex-mandatario de los colombianos
presenta una serie de actitudes y comportamientos que permiten catalogarlo como
un ser narcisista, egocéntrico, megalómano y resentido.
Las razones por la que Uribe tiene
agudizado aún más su delicado cuadro clínico son varias. Pero la más relevante
es que el 60 por ciento de los
colombianos no tiene una buena imagen de él y casi ese mismo porcentaje de
compatriotas, apoyan el proceso de paz.
Uribe se ha quedado solo. No por
gusto. Solo porque sus amigos y los amigos de sus amigos están presos o
enredados en un lío judicial de grandes proporciones o fueron a comprar leche y
nunca volvieron…ni a su casa ni al país.
Para los que vivimos de la docencia
es altamente preocupante que en una cátedra con profesionales en formación no
se pueda debatir libremente de los temas que afectan al país. De hecho, abrir
discusiones sobre postura de columnistas sobre casos coyunturales que nos
afectan a todos, es un sano ejercicio que avala, además, el libre pensamiento
que consagra nuestra Constitución. ¿O es que tenemos que pedir permiso a esta
especie de Napoleón en decadencia para expresarnos sobre su postura política?
Lo que más causa extrañeza es que lo
sucedido en la Universidad Libre de Pereira con el profesor Iván Giraldo no fue
por una alusión al Senador Uribe, sino por una discusión planteada en el aula sobre
la columna de Fernando Londoño Hoyos, ese mismo que el expresidente nos quiso
vender como un pro-hombre de la patria. Como decimos popularmente: Uribe entró
a “comprar la pelea”.
La decadencia del Senador es tan notable, que muchos ya lo
asemejan a una “Niña Tulia” moderna. La diferencia es que, en vez de vociferar
de “pretil a pretil” por las calles de un barrio cualquiera con el primero que
se le atraviese, este utiliza una aplicación tecnológica para hacerlo: el
twitter. Es, resumiendo, una Niña Tulia cibernética que, como un enfermo
terminal, anda conectado a todos los aparatos posibles. Aparatos tecnológicos
que le rastrean cuánta información exista en el país y allende sus fronteras,
para saber qué y quién dice algo de él.
Es por eso que hay que tomar medidas
drásticas. Cuando propongamos un debate en las aulas de clase –queridos colegas
docentes—hablemos sobre lo trascendental de determinar si el vestido del
Facebook era azul o dorado. Si Brad Pitt y Angelina Jolie hacen o no buena
pareja, o si el título de Miss Universo fue o no justo. No se nos ocurra hacer
historia sobre por qué los paramilitares permearon las altas esferas del país;
ni pensemos en explicar a esta nueva generación de colombianos eso de “falsos
positivos”; nunca expliquemos qué papel jugó Yidis Medina en la historia
reciente y por qué una directora del DAS se fugó del país y ahora está tras las
rejas. Ni mucho menos por qué un “buen muchacho” como Jorgito Noguera, está preso.
Seguramente a Uribe no le gustará que los estudiantes conozcan que un hacker chuzó para sabotear informaciones
de reserva estatal y, mucho menos, que
él trató de empezar un proceso de paz y no pudo.
Así que, querido lector, cuando
piense que está relajado echando carreta con sus amigos del trabajo en un fin
de semana al compás de un buen whisky en un estadero de su confianza y uno del
grupo insista en grabar un pedazo de la reunión… ¡sospeche! Puede ser una parte
de los tentáculos que el omnipotente Senador tiene a su servicio. No lo olvide:
Uribe nos mira.