Por Anuar Saad
Han
regresado. Como la plaga apocalíptica, no solo volvieron, sino que se
multiplicaron. Ya no están sometidos a los límites del sur de la ciudad. Ahora,
orondos y en medio de maniobras suicidas, pasan raudos por las avenidas del
norte, siendo la carrera 38 y la calle 80B sus preferidas.
Así que si
usted acaba de recibir su licencia de conducir y quiere graduarse con honores,
puede, sin miedo, soltarse entre el enjambre de motos, zigzaguear como Maradona
y tratar de llegar, como Pelé, justo a la raya de gol…si ellos lo dejan.
Para los
mototaxistas la única ley que existe es la de llegar rápido y primero. No
importa si usted va a cruzar a la izquierda y lo anuncie con su direccional.
Ellos, sin ruborizarse y con la decisión de un Ninja, se lanzan por ese
huequito imperceptible entre su carro y el bordillo y por ahí se meten.
Mientras tanto, en la esquina, dos policías de
tránsito están atentos a los llamativos modelos de carros para ver a quién
detienen. Alguno que no lleve su licencia consigo, o que tenga el SOAT
expirado, caerá. ¿Para qué gastar pólvora en gallinazos? Pensarán ellos, los
policías de tránsito, que saben que lo más probable es que los rebuscadores de
dos ruedas lleven los bolsillos vacíos.
¿Qué ha
pasado en Barranquilla? Que sepamos, no se ha derogado la prohibición al
mototaxismo ni mucho menos sabemos que se les haya dado un aval para que
tengan, como 007, licencia para…rodar. Lo cierto es que nadie se pronuncia. La
Alcaldesa regañó fuertemente a la Policía por la inseguridad –y con
razón—porque en esta ciudad ya no se puede ni comer un helado en paz:
celulares, joyas, lo que había en la caja y litros de helados, se llevaron los
cacos dejando “helados” a los comensales. ¿Tendrá la Alcaldesa que repetir
regaño para que los encargados del tránsito vuelvan a poner control en las
calles para impedir que Barranquilla se siga “cartagenizando”?
Son dos
flagelos que aún faltan erradicar: la delincuencia común y el pulular de las
motos sin control que, entre otras cosas, impacta en el orden público. Se debe
reconocer la gestión de la Alcaldesa en los dos últimos años. Enderezó el barco
que había zarpado con alerta de zozobra. Pero movilidad e inseguridad, siguen
siendo los lunares. Si bien el segundo fenómeno –inseguridad—es más complejo
(desplazados, desmovilizados, bandas criminales “importadas”) la ciudad no
puede darse el lujo de retroceder en el avance que Alex Char logró al restringir
férreamente el mototaxismo.
Otra vez
están ahí. Agazapados a las afueras de los centros comerciales desde la calle
72, esperando al improvisado cliente al que llevarán como alma que lleva el
diablo a su lugar de destino. No importa que ello signifique que los
conductores de automóviles frenen en seco para evitar una tragedia, o que se
queden sin voz de tanto “mentar la madre”.
Barranquilla
es una urbe que ha crecido, incluso, por encima de los índices de crecimiento
del país. Pero por ello, no puede darse el lujo de volver a dar síntomas de
provincia subdesarrollada siendo negligente con un fenómeno que aumenta la
violencia, la accidentalidad y coadyuva para que se multiplique el caos en el
ya caótico tránsito de la ciudad.
Las medidas
deben ser urgentes y definitivas. La invasión –no la extraterrestre que
dramatizara Orson Wells a finales de la década de los 40, sino la del
mototaxismo—tiene que ser detenida. Créanos Alcaldesa, que esperamos ansiosos
las medidas que nos permitan llegar a casa en paz, sin tener que rezar el Credo
cada vez que nos aventuramos a transitar por nuestras calles. Barranquilla lo
merece.
saadanuar@gmail.com