POR: ANUAR SAAD
En los
últimos tres años la Superintendencia de Servicios Públicos ha recepcionado más
de cuatro mil quejas contra el ente (palabreja que le cae como anillo al dedo a
la empresa: Ente, según la RAE, es “…aquello que no tiene ser real y
verdadero”) y, por lo que se ve, en lo corrido de 2015 esa cifra podría
fácilmente duplicarse.
Lo de
Electricaribe no es un mal de esos que un político honesto pudiera arreglar. Es
un cáncer que hizo metástasis y que
carcomió todo lo que toca y que se preocupa solo en facturar y cortar el “pseudo servicio” a los usuarios que caen en mora, pero que no
mueve un dedo para tratar de sofocar la espantosa crisis que afecta a más de un
millón de habitantes. En Los Nogales, Miramar y Ciudad Jardín, solo por referenciar
un ejemplo, apenas cae un rocío, el barrio se apaga. Igual suerte corren
decenas de localidades del norte y sur de la ciudad.
Pero
quedarse sin luz puede ser una bendición. Lo es, antes de que, por esas subidas
repentina de voltaje, o la fluctuación del mismo, te quedes sin televisor,
nevera, lavadora o abanicos. O, peor, que alguien en casa muera electrocutado
(como ha pasado repetidas veces) gracias al desequilibrio del voltaje de sus
viejas redes. Transformadores sin mantenimiento, cables que cuelgan sobre las
calles amenazando con caer a la primera brisa, y un servicio paquidérmico de
atención al cliente, son la cereza del pastel de una empresa que no cabe en una
ciudad de la que la Alcaldesa dice “está en movimiento”.
¿Será
posible que una de las tarifas más caras del país merezca un servicio de
pacotilla? ¿Cómo se entiende que un usuario estrato 4 con 2 abanicos, un aire
acondicionado y dos televisores pase de pagar 210 mil pesos a 330 mil en un
mes? -Primero pague y después reclame- me
dijo una cínica funcionaria a quien los barranquilleros le pagamos con nuestras
onerosas facturas mensuales. Electricaribe tocó fondo. Facebbok y twitter están
rebosados de manifestaciones de usuarios contra la peor prestadora de servicios
públicos en la historia del país. Es, en carta blanca, una empresa
paquidérmica, ineficiente, disfuncional a la que ladrones de cuello blanco
siguen aferrados tratando de mantener su lucro abyecto.
Ya hasta la
alcaldesa de la ciudad, Elsa Noguera, se sumó a los reclamos. En meses pasados
declaró a los diarios que “Electricaribe no goza de la confianza de los
ciudadanos”. Pero ni esas declaraciones, ni los anunciados debates en el
Congreso, parecen menguar la estabilidad de la empresa que, como quiste maligno,
sigue ahí, extendiéndose, con sus tentáculos venenosos. Superservicios debe
llegar más allá. No
solo debe fungir como una receptora de quejas sin respuestas, sino que debe
intervenir con energía (cosa
que paradójicamente parece faltarle) a la empresa para que asuma los costos de
su mal funcionamiento, que ya desbordó todos los límites.
Ahora, a
tres días de la Copa América, los barranquilleros estamos recargando con pilas
los radios que teníamos en el cuarto de San Alejo porque, a estas alturas,
nadie en la ciudad puede estar seguro de verlos. “Con que caiga un rocío, se
apagan las casas”, es la queja general de usuarios insatisfechos que ya no
saben cómo mostrar su descontento. Un descontento que el gobierno nacional no
ha tenido en cuenta y que las autoridades del Distrito no enfrentan con la
decisión que se requiere.
Podría
extenderme más en la crisis eléctrica de una ciudad que crece a pesar de sus
males, pero es imposible: tronó y se fue la luz.