Por Anuar Saad
¿No le ha
pasado que ese tipazo, “amigo” en su Facebook (aunque jamás lo había visto en
persona) el día que lo conoció de verdad verdad se dio cuenta que no era lo que
parecía? ¿No se ha percatado de que cada vez más, y con cursilería en unos
casos y con fanatismo en otros, los mensajes “religiosos” llueven por doquier
pero las malas acciones jamás desaparecen? ¿No es atípico que nuestros muros
estén llenos de consignas contra la discriminación, el racismo y la corrupción
pero fuera de ellos cohonestamos por acción o por omisión en las mismas
conductas que supuestamente censuramos?

Siempre
pensamos –como el reciente caso del taxista cartagenero que fue sepultado por
un alud de verborrea racista por una mujer al que le golpeó el auto, o el
macabro hallazgo de dos jóvenes muertos en un hotel en Bogotá quienes se
relacionaron por las redes sociales—que esas cosas le pasan a otros. O, que si
pasan, suceden en lugares que no son los mismos en los que cohabitamos.
En las redes,
nada es lo que parece: el cobarde es valiente; el hipócrita sincero; el
alienado se convierte en alienador; el grotesco en romántico; el estúpido en
pensador; el pensador en ocioso; la infiel en fiel, el religioso en fanático y
el político en honrado. Lo peor de todo,
es que así los aceptamos y los aplaudimos cada vez que le damos un “me gusta” a
un mensaje compartido aunque, en el fondo, sabemos que ese mismo no corresponde
al proceder del que lo emite.
Hoy la
interacción social no pasa por el rasero del conocimiento real. Existe en
cambio, un peligroso conocimiento “virtual” que forma una imagen distorsionada
del otro para bien o para mal. Cada vez menos valoramos al ser verdadero para
darle ponderación a “ese otro ser virtual”. Ese que se fabrica a punta de
Facebook, twitter o Instagram, como una réplica moderna de aquellos a quienes,
en mi época de jefe de redacción de El Heraldo, solíamos llamarlos “nísperos”,
pues se maduraban a punta de periódico.
Estamos
deambulando cada vez más sobre el peligroso camino que nos llevará a
convertirnos en una sociedad hipócrita que se esconde tras las redes sociales
mostrando ahí, por lo general, la faceta que no corresponde al verdadero ser.
Vivimos –como
en cualquier carnaval veneciano—con las máscaras puestas. Y es ahí cuando ese
“extraño” que se atreve a emitir un juicio; lanzar una crítica; debate un
consenso o propone un novedoso punto de vista, es visto como una amenaza. Es,
sin duda, “el enemigo” al que hay que liquidar, así sea a través de la redes
manejada por esa gran masa que muchas veces no razona, sino que se apasiona. Ya
hay varios casos recientes de matoneo extremo a través de las redes. A
cualquier vecino, ese que riega su césped junto a su casa; o al que ve a cada
mañana paseando a su perro, le puede pasar: una noche se acuestan como los
buenos vecinos de toda la vida y a la mañana siguiente, por cuenta del mal uso
de la red y de la intención perversa, se levantan siendo criminales, amenazas
para la sociedad, sádicos o estafadores.
Las redes
sociales se están convirtiendo ahora en la flauta de Hamelin que con su encanto
hipnótico llevan a los ciudadanos a danzar tras su mágica tonada: un montón de
corderos dispuestos hasta a ir al matadero con tal de no quedarse por fuera de
lo que esas mismas redes consideran qué es lo que está de moda.
La sociedad
ya no necesita más ciudadanos de mentiras. Nuestra ciudad, la región y el país
quiere gente de verdad, con acciones de verdad que sean propositivas para el
desarrollo y el cambio social. Las redes deberían servir, en cambio, para
visualizar esas verdaderas acciones no necesariamente ejecutadas por los
llamados líderes (o políticos, como quieran decirles), sino por la gente como
uno que es capaz de hacer esas pequeñas cosas que pueden cambiar ese entorno y
que, de alguna manera, ayudan a construir una realidad menos dramática y
perversa.
Si en su
Facebook usted o sus conocidos son tan buenos como parecen… ¡felicitaciones! De
no ser así, es hora de que empiece ya a construir una imagen real, que se
parezca mucho más a esa desdibujada imagen virtual.
saadanuar@gmail.com
saadanuar@gmail.com
Se ha ganado un like mi buen hombre. La verdad profe es que las redes sociales cada día más nos convierten en islas.
ResponderEliminar