Por Anuar
Saad

Las elecciones “más pacíficas de los últimos 50
años”, como el Gobierno calificó a la pasada jornada electoral, tuvo pocos
picos de emoción en la definición de candidatos y, en muchos casos,
aburrimiento porque ya de antemano se sabía quién iba a ganar en algunas
ciudades y departamentos. No era un secreto que el interés periodístico estaba
especialmente enfocado en Bogotá (por los 12 años seguidos de mandato de la
izquierda) y Antioquia y Córdoba donde se esperaba una victoria aplastante del
Uribismo ahora reunificado en el Centro Democrático.
Pero ni en sus peores pesadillas, este monstruo
electoral (como lo demostró Uribe cada vez que él se presentó a las urnas)
pensó que aquellos a los que les dio la bendición para representar a su partido
a ocupar Alcaldías y Gobernaciones iban a salir derrotados. Jamás pasó por su
mente que solo ganaría dos Alcaldías menores (la de Leticia y Florencia) y una
Gobernación, la de Caquetá. No fue ni siquiera un premio de consolación. Ni
siquiera una derrota digna. Fue, a todas luces, una humillación.
Los escándalos en que se han visto envueltos más de
la mitad de sus funcionarios en los que muchos están presos, otros huyendo y
otros “empapelados”, más su desgastado discurso guerrerista que se opone al
único proceso de paz en la historia del país con las FARC que abre una
esperanza verdadera de ponerle fin a más de 50 años de conflicto armado, le
pasaron cuenta de cobro al expresidente quien, en una de sus pocas
declaraciones afirmó que “no siento que he perdido”, agregando que, aunque
pocos, los suyos van a demostrar que son honestos gobernantes.
La jornada electoral golpeó duro al uribismo y a
sus representantes. Me imagino la cara de “Pachito” Santos ahogado con sus 400
mil votos (menos de la mitad de los que sacó Peñaloza) recordando que dos días
antes de las elecciones había emitido otra de sus pocas sensatas frases:
“Nosotros no ganamos encuestas, ganamos elecciones”. Quien le dictó la frase le
ofreció un buen recurso para escapar de las críticas por el 14% de
favorabilidad que le daba la encuesta más optimista. Pero su escape no le duró
48 horas. A dos horas de conteo de votos, estaba más ahogado que aspirante al
Concejo en Barranquilla.
De ahí que en el resumen de las elecciones del pasado 25 de octubre, los grandes titulares
fueron la caída de la izquierda en el poder de Bogotá y la aplastante derrota
del Senador Uribe y su partido Centro Democrático. Una rápida lectura al hecho
nos podría inducir a pensar que los colombianos estamos alejándonos de las
posturas radicales y están prefiriendo el centro, cualquiera, menos el Centro
Democrático. Las fuertes posturas de izquierda y de ultra derecha, fueron
castigadas por los electores. Mientras el Senador Uribe cura sus heridas, los
colombianos aprovechamos para navegar por twitter con la tranquilidad que da no
ser emboscado por una andanada de ataques demenciales en cualquier trino.
¿Y EL
ATLÁNTICO?
A nadie sorprendió el resultado de las elecciones
en Barranquilla y el Departamento. Reconociendo que lograr 90 mil votos contra
un candidato como Alex Char es meritorio, como los logró Rafael Sánchez, todos
sabíamos que ya la Alcaldía tenía ganador. Lo curioso fue el resultado de la
elección de Gobernador. A estas alturas, Eduardo Verano debe tener más
preocupación que alegría. Se enfrentó a un aparecido político, un candidato que
había cobrado relevancia más por su carácter fuerte y por su
cuarto de hora de fama en un reality, que como alguien con la experiencia y
conocimientos necesarios para manejar un
departamento. A pesar de ello, la diferencia siempre fue estrecha y Verano se
impuso por poco más de 8 mil votos, con una diferencia final del 1%. Estrecha
victoria que le grita al Gobernador electo que no todos están conformes y que, si no fuera por el apoyo de última hora de
Berdugo a su campaña, la historia hubiera tenido otro final. Mención aparte los
casi 130 mil votos de Juan García, con una campaña alejada de las maquinarias
políticas.
Al Alcalde Char le transmito el deseo de todos los
barranquilleros: queremos una ciudad en paz; por la que se pueda transitar con
una movilidad eficiente; que genere más trabajo y que mejore la calidad de la
salud y de la educación que se imparte en los planteles públicos: no por más,
son mejores.
Otro de los casos donde hay que mantener un
permanente ejercicio de observación, es el de la Alcaldía de Soledad. En medio
de denuncias de trashumancias, el candidato de Cambio Radical, avalado por los
Char, derrotó al conservador Rodolfo Ucros. Soledad ha sido el municipio más
saqueado del Atlántico y su estado de postración y retraso contrasta con los
más de 900 mil habitantes con que cuenta. Lo que le depara a Joao Herrera, no
es una tarea fácil.
Estaremos atentos a ver si todo lo que se anunció
en ambas campañas –Gobernación y Alcaldía de Barranquilla- se cumplirá para
beneficio del Distrito y el Atlántico. Sobre todo, teniendo en cuenta que nunca
las segundas partes fueron buenas.
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