Por Anuar Saad
Hace pocas semanas, ante un auditorio con más de
400 estudiantes en desarrollo de la Cátedra Semana y en diálogo con el
caricaturista Vladdo afirmé que Colombia era el paraíso de cualquier
periodista: aquí pasan cosas que no pasan en ninguna otra parte del mundo. Por
estos días, un video que se ha vuelto viral en las redes sociales –tanto o más
que el de la loca de las naranjas- y que parece asistido por el mismo asesor de
imagen, la representante María Fernanda Cabal lanza una incendiaria diatriba
que, en resumen, deja entrever su decepción porque el Ejército ya no entra a
matar a todo lo que se mueva, como, según ella, debería. Ver
video
Cuando
uno escucha a esta parlamentaria no sabe si llorar o reírse. Por lo menos, con
su venia doctora, permítame reír a carcajadas por su apellido: Cabal, que, por
poco, suena a cabales, que sin duda es lo que a usted le falta. Y no lo digo
yo: lo dice la Real Academia de la Lengua: “Cabal
adj. Se aplica a persona que se comporta de manera recta y conveniente. No
estar en sus cabales: actuar imprudentemente o tener perturbadas las facultades
mentales”.
Y
es que, doctora, usted actúa de forma imprudente y ya estoy dudando de su salud
mental. Pero, dudo aún más, de los que votaron por usted. Personas así,
retratadas en cada una de las infortunadas declaraciones que suele dar, entre
ellas, alegrarse por la muerte de Gabo y mandarlo al infierno junto con Fidel
Castro Ver
trino; ufanarse que “es amiga y admiradora de las Fuerzas Militares" y a renglón seguido les dice que se vendieron en La Habana; la misma –con la
misma mirada, expresión y tono de la “loca de las naranjas”- (Ver comercial) que dice que es
respetuosa de la prensa pero un segundo después remata diciendo que los
periodistas le estamos haciendo mandados al Presidente Santos. ¿Cabal? ¡Bah!
Usted, señora, ni es coherente ni cabal. No puedo criticar su encarnizada
defensa del NO porque es un derecho democrático. Lo
que le critican todos es su afán de figurar a costa de un discurso bélico; su ansia de guerra; sus palabras que exacerban los ánimos; su atropello a la dignidad y, yo en particular, le critico su cultivada ignorancia.
Soy
un colombiano que ama a su país pero que, debo confesarlo, a veces no lo
entiende. No la entiendo señora Cabal. Si usted anhela la guerra y sueña con
Fuerzas Militares de películas hollywoodenses, esas que aniquilan, asesinan,
destruyen… ¿estaría dispuesta a que su hijo sirva al país haciendo parte de sus
Fuerzas Militares en un campo de batalla? ¿Le gustaría que él matara primero y
preguntara después? Por personas como usted, alienantes, excluyentes,
intemperantes, violentas, obsesivas y que tienen el cerebro muy cerca de la
lengua, es que esta nación cada día se polariza más. Cada minuto, hora, día,
semana, y meses este volcán sobre el que estamos viviendo, puede despertar.
Nadie sabe hasta qué punto la animadversión de unos contra otros, misma que ha
saltado desde la política a todas las tribunas de nuestra sociedad, termine por
generar otro conflicto, uno más grande, que hará tristemente partícipes a
todos: un conflicto que alimenta el odio gracias a las redes sociales.
¿Qué
ganamos con la guerra? ¿Qué gana Colombia con más políticos como una Cabal que
a todas luces no está en sus cabales y con ciudadanos con carácter de la loca
de las naranjas? Es difícil entender que algo se pueda perder logrando la paz.
Más difícil, creer que la guerra traerá la tranquilidad y la justicia que el
uribismo reclama. Creo en un país que aprendió de su sufrimiento. Que sabe
perdonar, como hace poco lo demostró Yolanda Pinto quien, a pesar de que a su
esposo Guillermo Gaviria lo asesinara las Farc, está convencida que
“La paz se logra a través del diálogo”. Apuesto por un país que puede ser
mejor. El país con que soñamos y que nuestros hijos merecen. Hasta los suyos, señora
Cabal.
Prosa vehemente pero honesta y precisa en el blanco de lo que significa ser colombiano en estos momentos decisivos de nuestra historia
ResponderEliminarComo se muerda la lengua no hay antiofídico que la salve.
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