
El tema de conversación en las esquinas de la ciudad; en los grupos de whatsApp;
en los estados de Facebook; en los clubes de jardinería; en las mesas de
dominó; en los pasillos de las empresas; en los patios de las universidades; en
las oficinas; en la casa y de pretil a pretil al mejor estilo de la Niña Tulia
hoy es solo uno: la inseguridad que se ha tomado, literalmente, a Barranquilla.

El crimen ordinario, ese que se multiplica en los barrios y que va más
allá del famoso sector de “los tres postes” que abarca barrios como La Chinita,
la Luz, El Ferry, El Bosque y un amplio sector de la llamada Zona Negra no son
los únicos azotados, pero sí donde, al parecer, hay un caldo de cultivo para
que las pandillas se renueven y azoten a la ciudad. En estos barrios, como
otros que la Policía ha detectado, desde muy temprana edad, incluso, antes de
los quince años, ya los muchachos tienen un arma en la mano. Han heredado “el
oficio” de sus padres, tíos, hermanos mayores o algún familiar lejano que les
enseña el “modus operandi” y forman nuevas bandas de asaltantes y asesinos.
Ahora el Alcalde Alex Char reclama acción eficaz de la fuerza pública. Es
decir, la represión como única arma para controlar un fenómeno que se ha
desatado por más de medio siglo de olvido y abandono. Y es así, porque ningún gobierno
distrital miró esas nacientes zonas invadidas, especialmente La Chinita y El
Ferry y mucho menos los barrios que se desprendieron de Rebolo como Montes y La
Luz.
Aparte de la intervención del Padre Matutis por allá en 1955 de mejorar las condiciones
de la llamada entonces Zona Negra y la retoma de ese legado por el
controvertido Alcalde Bernardo Hoyos quien pavimentó vías, creó colegios y
puestos de salud, en medio siglo el sur oriente de Barranquilla ha estado a
merced del olvido y la anarquía: los centros educativos son insuficientes para
la creciente población; los servicios públicos no son los mejores y las vías
han ido deteriorándose dramáticamente. Las oportunidades laborales son casi
nulas y la labor social del Distrito brilla por su ausencia.
El crecimiento de Barranquilla ha sido directamente proporcional al
surgimiento de una enorme red de microtráfico que, por razones obvias, se han
asentado en la zona antes señalada. De ahí, el sicariato creciente en el
sector; la riña entre bandas, el ajuste de cuentas y el floreciente grupo de
asaltantes que asolan la ciudad.
Si bien es cierto que necesitamos una Policía alerta, que combata con
acierto la delincuencia y no solamente se dedique a perseguir marihuaneros de
barrio como bien lo apuntó el colega Horacio Brieva en su columna de El
Heraldo, el Alcalde debe entender que la primera autoridad policial del
Distrito, es precisamente él. Por ello, los ciudadanos esperan menos quejas y
más eficacia. Planes de seguridad que permitan que el ciudadano deambule sin
angustias por su barrio y que el conductor no esté con el credo en la boca cada
vez que hace una escuadra en una solitaria calle del norte de la ciudad.
Lo peor, es que ya somos noticia nacional. Los medios, sin excepción y
sin filtro alguno, magnifican el acontecer delincuencial contribuyendo a un
pánico que, aunque tiene justificación, termina fortaleciendo paradójicamente
más al hampa que al ciudadano. Hay que hacer un frente común contra la delincuencia y esa labor no
solamente le compete a la Policía: nosotros, como ciudadanos, debemos encender
las alarmas; ser solidarios, denunciar movimientos sospechosos; alertar a la
vecindad cuando se crea necesario y tomar medidas para no ser un blanco fácil
al salir de una entidad bancaria o al desplazarse por la ciudad.
De alguna manera, la creciente invasión de ciudadanos venezolanos
contribuye al ascenso
de la inseguridad. Si bien muchos de ellos vienen a buscar mejores
oportunidades de trabajo y de vida digna, otros han creado nuevas pandillas que
ya han sido bautizadas con nombres llamativos. Así mismo, la permisividad ciega
con el fenómeno del mototaxismo, el mismo que se creía controlado ha elevado
los indicadores de asaltos y sicariato bajo la modalidad del parrilero que hoy
está sin control: los moto taxistas (los falsos y los verdaderos) invaden la
ciudad de sur a norte.
En conclusión, el Distrito debe ser consciente que no solo las medidas de
hecho darán solución al fenómeno de la violencia en Barranquilla: urge la inversión
social en las “zonas rojas” para que los niños no crezcan con revolver en la
mano, sino que puedan entender que el futuro está en la educación.
Acción contundente: http://www.semana.com/mundo/articulo/rodrigo-duterte-asesina-a-drogadictos-de-filipinas/489757
ResponderEliminar