Por Anuar Saad


Al mismo tiempo, y mientras
se cuestionaba la imprudencia de que los cantantes vallenatos, recién terminados
sus conciertos, se desplazaran en sus propios vehículos sin que ni el conductor
ni los músicos descansaran lo suficiente, lo que ya había dejado en el pasado víctimas
fatales, otros empezaban cadenas de oraciones pidiendo por la vida del artista
y enjuiciando a los dueños de las versiones que hablaban de la gravedad o, peor
aún, de la muerte del cantautor.
En un trino, el gran
Martín Elías estaba muerto; en otro, lo estaban operando; en uno más, se
recuperaba satisfactoriamente y otros, daban cuenta que estaba siendo llevado a
Medellín. Se podía sentir en las redes la angustia de la incertidumbre. Audios
fantasmas iban y venían. Reacciones de fanáticos, conocidos y amigos que se
desmentían entre sí, mientras que la prensa regional cayó en un mutismo
exasperante en el que los corresponsales brillaron por su ausencia.
En medio del mar de
incertidumbre, especulaciones, críticas, oraciones y súplicas, por allá, al
filo de las 12 y 30, el Noticiero RCN dio, en menos de un minuto, versiones que
hablaban de la muerte del cantante que “iba a Cartagena” mientras el
corresponsal aseguraba que “viajaba a Santa Marta” y otro más, sostenía que se
disponía a llegar a su casa en Valledupar. A esa hora, los rumores de su muerte
dejaron de serlo, para asumir que lo impensable había pasado: la trágica noticia
se hizo oficial a través de los medios nacionales.
Poco tiempo después,
llegó la cereza del pastel. La columnista de El Tiempo, María Antonia García
rebuznó en twitter: “Qué falta de todo, llorando la muerte del hijo
de un asesino. Colombia está en el séptimo círculo del infierno de los valores
morales.” Tan incoherente ella. ¿A qué valores se refiere? ¿A
los de su calaña, esa misma que deja ver en su estúpido trino? La única asesina
en esta historia es, precisamente ella, quien con su odio enfermo asesinó al
buen periodismo. Y las reacciones no se hicieron esperar: mientras en Sincelejo
y Valledupar la gente se tomó literalmente las calles llorando a su ídolo, en Facebook
y twitter llovieron críticas a la periodista desenfocada que exacerbaba la
violencia y los bajos instintos.
El recuerdo de Patricia Teherán y Kaled Morales se hicieron vívidos y
entendimos que por trágica que sean las lecciones, aún cuesta que sean aprendidas.
El estado en que quedó el vehículo (no cualquier vehículo: una camioneta
considerada “muy segura” de más de 400 millones de pesos) habla por sí solo de
la velocidad en que se desplazaba. Aunque parezca un inoportuno sermón… ¿por
qué los artistas no contratan transportes profesionales que los trasladen
después de sus giras? Algo en la idiosincrasia de nuestros artistas los hace
desdeñar la seguridad profesional y preferir el peligro. La muerte de Martín
Elías fue casi una réplica de la de su tío Martín Maestre, víctima también de
un fatal accidente de tránsito. No basta culpar solo el estado de las vías (que
realmente es deplorable), si los autos en que viajan nuestros artistas se
desplazan a velocidades de vértigo.
Hoy el vallenato llora a uno de sus mejores exponentes. Uno que apenas
empezaba su carrera y que se perfilaba tan grande como la de su padre. Ese
mismo padre, que desde que su hijo tenía 9 años, lo alentó a cantar,
descubriendo en él su talento artístico.
Lo cierto, esa verdad cruel que no se quería aceptar en las redes
sociales, es que un joven de apenas 26 años, con un gran talento y todo un
mundo por delante, ha dejado a su hogar y a millones de fanáticos, sumergidos
en un profundo luto. Un luto que, por el bien de todos, esperamos que en estas
circunstancias sea el último.
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