Por ANUAR SAAD
No es un
secreto: en desarrollo, escenarios deportivos, recintos feriales, parques,
pujanza comercial, generación de empleo y arborización, Barranquilla se mueve.
Pero paradójicamente, donde no se mueve, es en su movilidad vial.
Si bien los
auxiliares de tránsito que el Distrito ha dispuesto en distintos sectores
–especialmente los más congestionados en las horas pico—son de invaluable ayuda
para tratar de mitigar el caos vehicular en esta capital, también es cierto que
las medidas tomadas para el maremágnum
epopéyico que representa movilizarse por nuestra calles es similar al de tratar
de curar un cáncer con pañitos de agua tibia y bicarbonato.

Los trancones no
dan tregua: por donde se quiera meter hay filas de carros movilizándose a menos
de 10 kilómetros por hora. Solo nos queda soñar con estratégicos, modernos y
funcionales puentes elevados (como los de Medellín, por ejemplo) o vías subterráneas
como las que hay en muchas capitales latinoamericanas, y que algún día, se
compren aceras enteras ocupadas hoy por viviendas o negocios para poder ampliar
sus calles.
La vía hacia la
ciudadela universitaria, donde ahora abundan colegios de alta alcurnia, es
intransitable. Llegar a un destino relativamente cercano entre las 6 y 30 a las
7 y 30 de la mañana en ese sector, puede llevarte 50 minutos si estás de
suerte.
Vivimos en una
bella ciudad en la que, es innegable, las últimas administraciones han llevado
al desarrollo. Pero para disfrutarla, necesitamos recorrerla sin congestiones
eternas.
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