Por Anuar Saad


Permitir, por consenso u omisión, que
se distorsione el alcance real que debe tener la “libertad de expresión”, es algo que sí
reviste gravedad. Las reacciones “a rayo caído”, esas explicaciones
extemporáneas sobre un mal que ya se hizo, poco pueden remediar la situación,
incluso, si ya se eliminó del roster de colaboradores al citado columnista.
Pues la sensación de que la apología al magnicidio se germinó desde las páginas
de opinión de un medio tan reconocido, no se borrará de un manotazo. La
responsabilidad es compartida sin duda: la tiene el columnista y, por supuesto,
el medio que lo permitió así sea “sin culpa”. Las causas del por qué, ya serán
anecdóticas y las explicaciones –aunque podrían ser válidas—no nos quitará esa
malsana sensación de que se está desvirtuando al periodismo, al derecho a la
opinión y a la ética y la moral.
No es un asunto menor que desde una
columna se proponga matar al presidente del país vecino. No solo atenta contra el
más mínimo concepto de la decencia, sino que enciende más el fuego en para que
se aviven las pasiones y que la salida democrática que tanto se anhela, sea
reprimida con más violencia. Apagar el fuego con el fuego, nunca ha sido la más
sensata de las soluciones. Venezuela es en este momento un país ad portas de
una guerra civil.
Todos reclamamos para la tierra de
Bolívar una inmediata restitución de la democracia. Pero una democracia
impuesta gracias al asesinato del líder represor, jamás sería una democracia
legítima. La presión internacional; el pronunciamiento de los Estados; la presión
interna, las manifestaciones, las tomas de las calles, irán debilitando aún más
las dictatoriales políticas vigentes hasta cerrarle el cerco definitivo a
Maduro.
Decir que lo que escribió es lo que
muchos piensan en privado es también una frase absurda. El periodismo es
público y por ello, afecta a la comunidad, al que lo lee y también sobre el que
se dice algo. No es lo mismo un rumor de coctel, que un escrito en un periódico
de circulación regional. No es lo mismo,
señor De la Espriella, que usted le diga a dos de sus amigos mientras comparten
un whisky que hay que matar a Maduro… que decirlo en un medio masivo de
comunicación. Hay algo que se llama responsabilidad social que es intrínseca a
la razón de ser de los medios y del periodismo mismo.
La columna en cuestión es un campanazo de alerta sobre el estado de la intolerancia que campea en el país. Intolerancia con la que, para solucionar algún problema, se propone asesinar. Hoy fue a Maduro. ¿Mañana a quién?
En un escenario fragmentado como el de Venezuela, esta propuesta del abogado De la espriella resulta contraria a la ruta del progreso humano.
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