Por Anuar Saad

Es la
verdad que nadie quiere decir sobre lo que está pasando en Barranquilla. Ciudad
en que ya no existen “bandas de atracadores”. Ahora son bandas de asesinos que
hacían parte de organizaciones criminales que han sido desmanteladas y andan
por ahí, camuflándose entre los asaltantes nocturnos pero que tiene por lema matar
primero, robar después.
En
menos de tres meses dos jóvenes profesionales –Angello Alzamora, de 26 años y Alejandro Ruiz Noriega, de 23, han
sido vilmente asesinados para robarles. Uno en El Golf y otro en Los Nogales.
Uno, iba a trabajar. El otro, venía de hacerlo. En ambos casos, el objetivo
eran los equipos tecnológicos y celulares. En ambos casos, también les robaron
la vida a sus víctimas. En ambos casos, los asesinos dieron muestra de una
sangre fría que haría palidecer a Perry
Smith, el célebre asesino de la novela célebre de Truman Capote, que junto con
Dick Hickok dieron muerte a cuatro de una misma familia en Holcomb, Kansas,
para terminar llevándose 10 dólares.
Ahí están. Pululando por calles y rincones.
Patoneando la ciudad. Acechando a los indefensos. Ahí están los “Dick y Perry”
criollos esperando la oportunidad para asesinarte y después, claro, robarte.
La situación es tan extrema, que ya extrañamos
a los verdaderos ladrones. Aquel que te decía “Llave, entrégame el celular”, mientras
te amenazaba con un arma que casi siempre era de mentiras.
Las
cifras de lo que va corrido del año entre asaltos y asesinatos en atracos, es
pavorosa. De nada sirvió la amenaza del Alcalde Alex Char de “sacar al
Ejército”. Todo quedó en amenaza. De nada sirvió prohibir parrillero en las
motos: la calle 80b, la 82, la carrera 38, Los Nogales, Campo Alegre, Olaya,
entre otros, están plagados de ellos bajo la mirada complaciente de las
autoridades de tránsito.
Familias y sueños destruidos. Vidas que no
habían llegado a las tres décadas, fueron segadas de tajo. Padres destrozados,
novias desconsoladas, amigos desconcertados y una ciudadanía aterrorizada que
se pregunta a qué hora Barranquilla se convirtió en la ciudad del terror.
Contar que “cuando éramos jóvenes” solíamos
salir de las discotecas y desde allí, en la madrugada, recorríamos media ciudad
en busca de comidas rápidas callejeras, de un último trago en un bordillo y,
por qué no, de cuajar el último “levante”, es hoy una leyenda.
Después de las 7 de la noche y antes de las 8
de la mañana, caminar por Barranquilla (no importa si es el sur o el norte) es
un acto heroico. Para ir a un parque a trotar a las nueve de la noche, hay que tener cojones.
Para detenerse en un semáforo al filo de la media noche cuando vas conduciendo
un auto, debes primero encomendarte a todos los santos… menos al otro Santos.
Unos dicen que ahora, con la problemática
venezolana, tenemos delincuentes importados. Otros culpan a las bandas
supuestamente desintegradas o a grupos desmovilizados de autodefensas y
guerrillas. Sea de donde sean, los asesinos están allí. Disfrazados de ladrones
con un arma mortal a punto de ser disparada. Tal vez una noche en la que
salgamos a comprar el pan del desayuno siguiente, jamás regresemos a casa. Y el
celular y el pan, tampoco.
Este año 2 jovenes de 23 y 24 años con carreras y futuro promisorio en los Nogales y Paraiso han sido asesinados por robos. Nos han dolido a la gente de bien de Barranquilla. Alejandro Ruiz Noriega y Angello Alzamora Cordoba. Respeto y amor a sus familias. ⚘⚘
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