POR ANUAR SAAD

Confieso que desde el fin de semana
pasado, me he declarado en franca rebeldía. Para el plan de contingencia
rebusqué en mi biblioteca y desempolvé “La montaña mágica” de Thomas Mann y un
ejemplar muy escaso del famoso libro de Gay Talese “Fama y Oscuridad”. Si la
cosa se pone más grave, tengo los dos volúmenes de El Quijote. La idea es
llegar a casa y desplomarme, no en la cama frente al televisor, sino en el
balcón en el que tengo que pelear un espacio con las cuatro plantas
ornamentales que mi esposa dispuso decorativamente y un gato que cree que la
silla playera es suya. Me dedicaré a leer, y sólo después del siete de enero,
retomaré el hábito de ver noticieros, películas y partidos de fútbol en la
tele.
Y es que, créanme, que quien soporta
el estrés de los anuncios que como una plaga se multiplican por estas épocas en
la que una muñeca cabezona, fea y desgarbada sostiene una grabadora “que habla
de verdad” y la maldita muñeca mueve su cadera de celuloide simulando bailar.
Eso sí, la muñeca y la grabadora se venden por separado. La sesentona barbie
exhibe su nuevo castillo y sostiene un romance con un tal Ken, un muñecote muy
parecido a un artificial actor mejicano, con carro incluido y uno o dos tres
ponys que mueven la cabeza. Hay de todo como en botica: un robot que se
convierte en carro y un muñeco tipo supermán pero sin pantaloncillos por fuera
disparando cohetes por doquier. Hay rompecabezas, armatodos, pistolas, espadas
legítimas de samurái y pistas de carros que sugieren una vertiginosa velocidad
y un alto costo.
Mientras la andanada publicitaria
pasa, mi hija de trece años apunta con su perfecta letra cursiva en una
libretita y murmura para sí que cuando creía en el “Niño Dios” el arbolito
amanecía atiborrado de regalos y ahora, en cambio, “de cosa me van a traer un portátil,
la Tablet y el nuevo celu” -¡Auxilioooo!- grito para mis adentros. ¿De dónde
saldrá la cena navideña, las velitas, la comida y el whisky para el 7 de
diciembre? ¿Qué plata alcanza para comprar los detallitos a las diez parejas y
los dos adicionales de “El Golden Group”? ¿Cómo hacer para corresponder a los
regalitos que los insensatos amigos y vecinos les hacen a los hijos de uno dizque de aguinaldo creando enseguida la
obligación de retribuirlos? ¡Por favor...no me regalen nada!
Sé de algunos chiquillos que no solo
ven los canales de cable donde pasan los últimos y costosos juguetes, sino que,
gracias a la “televisión interactiva”, graban los comerciales en sus celulares
de alta gama y se los mandan por whatsapp a sus desprotegidos padres para
que ni ellos, ni “el Niño Dios”, se
confundan.
Mientras tanto, la señora de la casa
hace planes para el 7 y el 24: “invitaremos a mis papás que están en Bogotá, a
mis hermanas, a tu mamá, a mis siete amigas de la empresa y a diez de tus
amigos periodistas esos que toman y comen por 20 sin contar al gordo Granados”.
Debo confesarles que estoy a un paso
del prozac y a media noche del sanax. Mi cabeza ya no descansa sumando a cada
minuto cuánto cuesta la Navidad, digo, una Navidad decente, nada ostentosa,
donde uno como “cabeza de hogar” recibe en la madrugada del 25 una camisa de
rayitas azules que vimos en el remate de a la vuelta (igual que la del año
pasado), un par de medias negras en promoción (que pegan con todo) y una
tarjetica hecha en casa por la que me tocó pagar a mí el colbón y los colores.
No hay una botellita (así no sea de 12 años), una colonia, ni mucho menos un
celular moderno que reemplace mi semi - destruido Galaxy de hace cuatro años
con el que ando.
Pero amigos, no me paren bolas. Esto
puede ser un síntoma inequívoco de la andropausia. Pero, por
si las moscas, empiecen a indagar desde ya qué le pedirán sus hijos al niño
Dios, porque, de seguir las cosas así, lo que le deberían pedir es que no seamos
de la familia Acosta, Ramos, Peñaloza, Herrera, Pérez…sino de la Santo Domingo.
Los dejo, porque llama a mi puerta una señora vestida con una camiseta que
promociona carnes frías, preguntándome si quiero separar y pagar en módicas
sumas durante dos meses, un pernilito para el 24…mientras que más allá,
justo en la esquina de la casa, alguien vociferea que faltan menos de 100 días
para el Carnaval.
Comentarios
Publicar un comentario
Comente aquí