Por Anuar Saad
Cada cuatro
años miles de colombianos –de esos juiciosos que saben ahorrar y se proponen
metas a mediano plazo—empacan sus maletas y se van a disfrutar el Mundial de
fútbol, en el país que sea sede. Y ahí los vemos: en las redes sociales, en la
televisión, felices de acompañar a la Selección y, más importante, de mezclarse
con nuevas culturas y conocer el mundo.
Más allá de
como juegue Colombia, si pasa o no a otra ronda, estar en un Mundial es un
sueño que muchos deseamos cumplir pero que, paradójicamente, algunos que sí los
cumplieron, en vez de convertirse en embajadores de nuestra nación ante el
mundo, nos convierten en vergüenza orbital.
Después salimos a
aquejarnos en reuniones sociales que “nos discriminan por ser colombianos”; “nos
ponen todo tipo de trabas”; “nos niegan las visas”; “nos requisan sin piedad”… ¡pero
cómo no con semejantes demostraciones de incultura que, además, celebran
orondos a través del Facebook! ¿Será que eso somos? Me resisto a creer que la vergüenza
que nos han hecho pasar un puñado de colombianos ante el mundo, sea el reflejo
de lo que realmente somos.
Hace unos meses nos conmocionó
la suspensión de la Fifa al jugador Edwin Cardona por burlarse en un juego
contra Corea de los ojos rasgados de los coreanos, haciendo feo gesto con su
mano, simulando el físico de éstos. Si esa actitud fue la de un futbolista
profesional… ¿qué les podemos pedir a otros?
El reprochable video que
subió Guillermo Morales, en el que con engaños incita a dos japonesas a “auto-insultarse”
y que se hizo viral, generó una oleada de indignación sin precedente en el país
a lo que ahora el hombre “muy arrepentido” asegura que “solo fue un chiste
entre amigos”. Un “chiste” que mancilla la honra de la mujer, sea cual sea su
nacionalidad. Un chiste que seguramente él no querrá que se lo hagan a su
hermana, a su mamá o a su hija. Un chiste que arrastra nuestra bandera, pisotea
nuestros valores y desdibuja al colombiano de bien.
De la misma forma,
millones vimos la celebración de un grupo de aficionados colombianos, ufanándose
de su “malicia indígena” porque fueron capaces de violar la ley en Rusia que prohíbe
el acceso de licor a los escenarios deportivos. Celebrando su sagacidad, los
colombianos muestran en el video como camuflan licor en unos binoculares que
habían sido modificados para ese fin. La empresa Avianca –que sabe que esto no
es malicia indígena sino violación de la ley- despidió en un comunicado a su
funcionario quien era “el genio” que ingresó el licor.
Estos hechos nos llevan a
reflexionar profundamente en los valores. ¿Estamos perdiendo las buenas
costumbres? ¿Acaso el hacerse notar –sea como sea- y tener más likes a tu
publicación justifica cualquier acción? ¿Será que en definitiva el fin
justifica los medios para tratar de ser una celebridad? No puedo dejar de
pensar en los padres de familia que demandaron a la Rectora del colegio Marymount
en Barranquilla porque les aplicó una sanción a sus estudiantes por obtener
ilícitamente los resultados del simulacro de las pruebas Icfes. Seguramente
muchos de ellos, los padres, también felicitaron a sus hijos por su aguda “malicia
indígena”.
La falta de control y
corrección en los hogares es la primera causa de la desviación de los valores,
la ética y la moral en los jóvenes y adultos colombianos. Lo que ha pasado en
Rusia, es un pequeño botón de lo que somos capaces de hacer al querer posar de “graciosos”,
“ingeniosos” y “atrevidos”. Violentar a una mujer en su honra y quebrar la ley
en un país extranjero no es gracia, más grave aún, portando en esos actos reprobables
la camiseta de Colombia.
Como si estos episodios no
fueran suficientes, la vergonzante mujer que se autodenomina “Epa Colombia” (qué
desgracia para el país que esta mujer asumiera ese nombre), la misma que
alcanzó un momento de fama gracias a un
video que se volvió viral por su particular forma de cantar antes del Mundial
pasado, también se burla en las redes de
los aficionados japoneses y de su acento.
Es más, para terminar de mancillar el orgullo colombiano, montó un video donde
se le ve bañándose y restregándose en una fuente a las afueras del Museo de
Louvre en París. ¡Trágame tierra! Vea aquí el video de Epa Colombia bañándose en fuente del Museo de Louvre
Y no me vengan con el
cuento que la culpa es del internet, de las redes y de los celulares. La culpa
es de los colombianos de quinta que no tienen noción de la vergüenza; de esos
que tienen pocos escrúpulos para humillar al otro o una cultura y valores
trastocados que les permiten ser el foco de atención sin importarles un comino
si están haciendo mal o, si lo que hacen, maltrata la imagen del país. Mientras
tanto, al resto de los colombianos, ya no nos preocupa tanto si pasamos o no a
la otra ronda del Mundial, sino la incertidumbre de no saber si de aquí al
final del evento, otros colombianos de quinta harán de las suyas.
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