Por Anuar Saad
Estimado
Albert: ¿puedo llamarte Albert? Porque la verdad que “Señor Carrasquilla”
parece nombre de personaje de caricatura. Te decía que ahora que la jauría
mediática me empapela con todos tus anuncios de malas nuevas ya no sé qué hacer
con todos los planes de contingencia que tenía previsto para sobrevivir, como
lo había asegurado el DANE hace dos años, con $241.673, cifra necesaria per cápita –según el respetable
instituto—para “no ser pobres”.
El
anuncio del DANE en esa ocasión, lo tomé
como un “amigable” llamado a que los
colombianos nos volvamos cada vez más innovadores, recursivos y creativos para
poder vivir dignamente con esa “pequeña fortuna”.
Ahora, de
un plumazo, me desbaratas mi estrategia de subsistencia. Me había acostumbrado
a los huevos, los vegetales, el arroz y empecé a sentir un gran gusto por la
papa pastusa, sabanera, ocañera y todos los tubérculos. De vez en cuando –en las
ocasiones en que me sentía derrochador—podía comprar dos libras de carne molida
corriente y un Colgate gigante para
la familia. Pero hoy, con sorpresa, me entero que, como en Venezuela, vamos a
tener que pensarlo dos veces antes de comprar el papel higiénico. Sí Albert.
Qué pesar. Ya hasta Néstor Morales, de las entrañas del Presidente Duque, dijo
que la clavada iba más allá de “más impuestos para ciudadanos y menos para las
empresas”. Ahora, fiel al capitalismo salvaje, el IVA aplicaría a toda la canasta familiar que, como consecuencia de
la medida en caso de entrar en vigencia, ya no será canasta sino la pequeña
cesta en que la bella Pitufina
recogía las cerezas.
Viejo
Albert, hasta aquí vamos mal. Cuando declaraste que “…No nos cabe duda de que
el recaudo total debe ser más alto de lo que es en la actualidad, en el sentido
de que nos hemos comprometido con la sociedad con unos flujos de gasto que
requieren ser financiados sanamente y nuestra estructura tributaria actual
genera unos recursos inferiores a los que se necesitan” por qué carajos no
pensaste en los bienes suntuosos, los carros de alta gama, los monopolios, los
dueños de hectáreas y hectáreas en las que solo hay una “ubérrima” hacienda, en
los afortunados que ganan como senadores y trabajan como gato dormilón y
en las empresas que, a costa de líderes
como tú, cada vez acumulan más dinero. ¿Pero emparejar el déficit a costa de
los más pobres? Barro.
Lo que me
deja más sorprendido Albertico, es que tu arrogancia y desfachatez pasa incluso
por encima de tu jefe. Iván, el Presidente. Tu jefe. El mismo que en campaña se
desgañitaba prometiendo que “Más salarios, menos impuestos”. ¿O es que
te aqueja una dislexia que te obliga a entender al revés?
Esta
vez, Albert, te pasaste de piña como solemos decir acá en la Costa. A la misma
Costa que paga el servicio de luz más caro del país –y de los más caro de Sudamérica-
porque como entenderás –cachaco tú- acá por estos lares hasta el diablo
necesita un abanico. Sí, sí sí. No vengas a embarajarla ahora: dijiste que la
ineficiencia de Electricaribe y su pasivo por culpa del pésimo servicio tendría
que ser compensado con un incremento a las tarifas. Es decir: además de
estafados con un servicio que se ha prestado mediocremente y en casos, ni se
presta… ¡terminamos clavados! Tú perdonas mi exceso de confianza Alberto, pero
con el respeto que te mereces… ¡mandas huevo!
Ahora,
como paliativo ante la descomunal ola de protesta por tus insólitos anuncios
que atacan no solo a los bolsillos de los uribistas que gustosos votaron por
Duque, sino al de todos los colombianos, el Senador Uribe –alma generosa y
bondadosa- anuncia que habrá un “aumento extraordinario al salario mínimo por
una sola vez”. Pero lo que no dijo, y que se fue filtrando a cuenta gotas, es
que la plata, en rama, no podrán ni olerla porque toda todita toda -la de ese
aumento-, irá a parar a los pobres y desvalidos fondos de cesantías.
Lamento
habernos conocido en medio de tan agrio asunto, pero recibe mi carta como uno
más de los 50 millones de colombianos qué aún no salimos del pánico por lo que
vendrá ahora y más tarde. Perdona que interrumpa abruptamente esta carta, pero
si sigo con el computador prendido… ¡no creo poder pagar el recibo de la luz!
Con
poco afecto,
Anuar.
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